Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Mediodía del 1 de septiembre, en el cementerio de Mataró

por Jorge López Teulón

¿Quién era el Doctor Samsó?
 
El Dr. José Samsó i Elías es el primer sacerdote diocesano de los centenares que en la archidiócesis de Barcelona fueron martirizados en la persecución religiosa de 1936-1939, que al cabo de tres largos cuartos de siglo fue beatificado el 23 de enero de 2010. Mossen Salvador Novell, fundador de Hispania Martyr, escribió su biografía: “El Dr. José Samsó Elias, Párroco-Mártir de Santa Mª de Mataró, y su tiempo” (1986). Muchas son las virtudes y méritos pastorales de este sacerdote ejemplar, martirizado a sus 49 años, tras 26 de sacerdocio, pero como lo decisorio para la beatificación por martirio es la acreditación de la muerte causada por odio a la fe, nos centramos en los tiempos de persecución que culminaron en su martirio.
 
 
Hasta su llegada a la Parroquia de Santa María de Mataró
 
José Samsó nació en Castellbisbal el 17 de enero de 1887. A los 7 años murió su padre, farmacéutico del pueblo, y con su madre y hermana se trasladó a casa de una tía en Rubí. José estudiaba en el colegio de los Maristas, y Mn. Joaquín Cañis le preparó para la primera Comunión, y le enseñó latín cuando le dijo que sentía vocación sacerdotal. Al ingresar en el Seminario la familia vino a vivir a Sarriá, donde su madre se ganaba la vida con dificultad como costurera. No tenía recursos ni buena salud; José era externo, y cada día bajaba por la mañana y subía a pié por la tarde. Las oraciones de su madre a los pies de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón lograron su curación, y gracias a una beca, pudo proseguir sus estudios ya como interno en el Seminario Conciliar.
 
Alumno destacado en piedad y letras, en 1909 el Obispo Mons. Laguarda le nombró su familiar, compatibilizando sus estudios con la obtención del doctorado en Teología Dogmática en el Seminario Pontificio de Tarragona. Ordenado sacerdote en 1910, fue Vicario de san Julián de Argentona; rector de san Juan de Mediona, y en 1919 era nombrado ecónomo de Santa María de Mataró, de la que en 1924 sería ya Párroco.


 
 
El 6 de octubre de 1934
 
La premonición del Dr. Samsó de que Jesucristo le llamaba a ser su testigo por la sangre, arranca de la efímera por fracasada, persecución del 6 de octubre de 1934, en que los mismos que luego triunfarían en el 36, pretendieron quemar su basílica de Santa María. Aquel día, sobre las nueve de la mañana, unos hombres armados, exhibiendo un carnet sindical, se presentaron en la casa rectoral diciendo que tenían orden de efectuar un registro. Cortaron el teléfono y obligaron al párroco, sacerdotes y sacristán a pasar a la iglesia. Amontonaron sillas y bancos, echaron líquido inflamable sobre el altar mayor, y a punta de pistola conminaron al Dr. Samsó a prenderle fuego, a lo que éste, impasible, se negó. El hijo del campanero pudo huir y pedir auxilio. Al estar custodiadas las puertas por otros pistoleros, los vecinos lograron entrar en la iglesia por el huerto de la rectoría, y con agua del pozo trasportada en cadena de cubos, pudieron impedir la extensión del incendio, que ya había calcinado el altar de las Ánimas.
 
El Dr. Samsó escribe:
 
El Señor me comunicó una fuerza tal que yo parecía impasible, y me recordaba que nada sucede sin su divina licencia,… y que quizás ya no se presentaría nunca ocasión de una muerte tan gloriosa como hubiese sido la de morir en aquel trance. … con todo ha querido participase de la gloria de los que han merecido sufrir algo por su santo nombre” (Carta de 21 de enero de 1935 a Sor Generosa Nogueras).
 
…lo que sucedió en mi querida Basílica el 6 de octubre, de tejas abajo es horroroso; mas tejas arriba es envidiable, deplorando fuera tan poca cosa…El Señor me asistió de un modo muy particular, y si algo hubiese valido ya me hubiese hecho la merced del martirio” (Carta a la Hermana Vergés en Burdeos el 31 de mayo de 1935).
 
En el Juzgado de Mataró se abrió proceso a los detenidos acusados de incendio frustrado de la Basílica de Santa María. Uno de ellos era Liberto Peiró, de las juventudes libertarias, hijo del famoso líder cenetista Juan Peiró. El Dr. Samsó dijo a los llamados a declarar que él no iba a reconocer a ninguno de los acusados, que ellos hicieran lo que creyeran oportuno. Todos siguieron el parecer del párroco. Así lo declaran el hijo del campanero Sr. Pinart y el Sr. Pére Montserrat i Bascu, a quien el alguacil del Juzgado Sr. Isidro Villegas, le confirmó: “El Sr. Rector no reconoce a ninguno de los acusados”. Los incendiarios fueron absueltos.
 
 
A partir del triunfó el frente popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936 la convicción de que Dios le llamaba a ser su testigo por el martirio, se fue haciendo más presente en el ánimo del Dr. Samsó, y su hermana Montserrat declara que a menudo le decía a su madre: “Ruego a Nuestro Señor que si me tiene destinado para el martirio, me de fortaleza para sufrirlo”.
 
El 7 de marzo escribía a Sor Generosa Nogueras, afligida por el resultado electoral:
 
Los que intentan perseguirme me prestarán mayor servicio que los que más tiernamente me han amado”…
 
Veo que tu aflicción ha aumentado considerablemente con el resultado de las elecciones últimas en nuestra Patria. Y con razón. Con todo no te aflijas, piensa que ésta es la voluntad de Dios, y que es para bien de los que de veras le aman… Ganen derechas, ganen izquierdas, quien gobierna en España y en el mundo entero es nuestro Dios, el cual sabe escribir recto con líneas torcidas. Cuánto bien no sacaron los mártires del odio de los tiranos, y cuánto bien no reportó a la Iglesia la sangre que derramaron…
 
Y animaba a otra religiosa angustiada que le consultaba:
 
Morir es ganancia para quien sabe que se va a la Patria, a la casa del Padre, a la tierra de los Vivos. Adelantar el tránsito algunas horas por amor a Jesucristo sería un honor y una gracia tan grande que nunca podríamos agradecérsela bastante. Así pues, tranquila y corazón animoso, sonriente y alegre”.
 
Doña Remei Pasqués declara en la causa de martirio del Dr. Samsó:
 
“Al saber que iba a Vic, mi confesor el Dr. Samsó me pidió: “que fuera al sepulcro del Padre Claret y allí rezara una parte del Rosario con la intención de que ya que presentía que venían días de dolor para la Iglesia y que él sería uno de los primeros mártires, supiere ser verdaderamente mártir de Jesucristo”.
 
“¡Ojala el Señor nos honrase escogiéndonos como víctima agradable para la salvación de España, para el reinado definitivo del Sagrado Corazón y de su santísima Madre en España!”.
 
En carta de 30 de marzo de 1936 a sus antiguos dirigidos, los hermanos José y Javier Vergés que estaban en el noviciado de los misioneros del Sagrado Corazón en Logroño, les escribía:
 
El corazón se me llena de pena al ver lo que son capaces los que a cada momento están proclamando libertad y no pueden tolerar que haya quien piense en Dios, en el alma, en la eternidad. Pobres desgraciados, obcecados por la rabia de Lucifer contra el Salvador. Dichosos en cambio, los que tienen la suerte de sufrir algo por la causa de Jesucristo.
 
Confesamos que se cometen muchos pecados y estas manchas hay que lavarlas con sangre inocente que con generosidad se una al sacrificio del Cordero inmaculado. ¡Ojala el Señor nos honrase escogiéndonos como víctima agradable para la salvación de España, para el reinado definitivo del Sagrado Corazón y de su santísima Madre en España!”.
 
Y ya en vísperas de la revolución, escribía a la hermana Carmen Majó:
 
Todos los días en la oración me preparo para el martirio, porque estoy convencido que la revolución que se acerca será de hechos y no solamente de amenazas” (Carta del 24 de junio de 1936); aunque sabía que “el martirio es un beneficio y un alto honor, que sin una gracia especial del Señor no podemos prometernos. Y si hemos sido elegidos para sacrificar nuestras vidas, no nos faltará a su debido tiempo la gracia del Altísimo” (Dr. Samsó en casa de la familia Ximenes-Quadrada, julio 1936).
 
 
Yo he defendido siempre a la Iglesia con todo menos con armas” (El Dr. Samsó en la noche del 19 de julio ante la policía secreta enviada a detenerle desde Barcelona).
 
El domingo 19 de julio el Dr. Samsó aun pudo decir la misa de 12 en su parroquia, pero al terminarla tuvo que cerrarla y encerrarse en casa. El testimonio de su hermana Montserrat es elocuente:
 
“A las tres de la madrugada un grupo de la policía secreta de Barcelona, acompañados por dos funcionarios del Ayuntamiento de Mataró, llamaba tan fuerte a la puerta de la rectoría, que estremecieron a todo el vecindario… Antes de abrir, mi hermano telefoneó al Ayuntamiento, contestándole que abriera de inmediato…. Al ver al Dr. Samsó le dijeron que venían a detenerlo y llevárselo a Barcelona. Yo -continúa Montserrat- les dije: “-Miren, a mi hermano tanto se le da la vida como la muerte, pero tengan compasión de nuestra pobre madre, anciana y enferma, si se lo llevan, la matarán”. El registro duró tres horas… buscaban armas. Mi hermano les dijo: “-Yo he defendido siempre a la Iglesia con todo menos con armas”… Por fin le dijeron que no le detendrían… mi hermano les obsequió con vino y pastas.”
 
Su biógrafo Mn. Salvador Nonell hace una sugerente pregunta: “¿Quién de Mataró comunicó a Barcelona que debían registrar Santa María y detener al Dr. Samsó, ya ese domingo 19 de julio de 1936?”.
 
 
“¡Señor, salvaos Vos, y salvadnos!, si es vuestra santa voluntad”
 
“Por la tarde -sigue Montserrat- dije a mi hermano que debido a los acontecimientos teníamos que marcharnos de la rectoría antes de que fuese demasiado tarde; me respondió rotundamente que ¡No! Pero al cabo de un rato, vistas las circunstancias, dijo que preparásemos las cosas para marchar. Primero salieron las mujeres, refugiándose en casa Sisternes. Antes le di el traje de seglar y me dijo que le repugnaba ponérselo. Inmediatamente besó a la madre en la frente diciéndole: “-Adeu mareta, si no ens veiem mes, fins el cel” (Adiós madrecita, si no nos vemos más, hasta el Cielo).” Después, con unos seglares y los Vicarios, sacaron solemnemente a Jesús del Sagrario y lo llevaron a un escondite en la Capilla de los Dolores” (Declaración en la Causa de la hermana del mártir, Montserrat Samsó).


 
Mossen Joan Comas i Pujol, -uno de estos sacerdotes- continúa el relato:
 
“El Párroco propuso salvar la Eucaristía, y nos trasladamos a la capilla del Santísimo, donde el Dr. Samsó, debidamente revestido, hizo la exposición menor, con canto de “Pange Lingua”, rezo de seis padrenuestros, breves palabras alusivas al acto y bendición, organizándose seguidamente con seis cirios una mini procesión hasta la cripta de la Capilla de Ntra. Sra. de los Dolores, donde, detrás del altar que presidía la nave, fue ocultado el Sacramento. Y aquí fue donde oí las últimas palabras trascendentes del Dr. Samsó: “-Señor, salvaos Vos, y salvadnos si ésta es vuestra santa voluntad”. Ya en la calle la radio anunciaba la rendición del general Goded. Poco después el Dr. Samsó “abandonaba la Rectoría, y, tras cenar en casa de un feligrés, (Junquera), y acompañado por éste, se dirigió al refugio previsto”.
 
El refugio era el domicilio del matrimonio Joaquín Ximenes y Teresa Cuadrada, en la calle Enrique Granados, conocida por “el Carreró”. La familia escribió una memoria de la estancia del Dr. Samsó en su casa, que comienza así:
 
“Vino el 19 de julio a las diez y media de la noche; vestía traje de lana a rayas, zapatos negros, gorra y gafas ahumadas. Sus primeras palabras al entrar en casa, fueron: “Déu sobretot!”; después rezamos el Santo Rosario, y él, muy agitado, se retiró a descansar, sin poder lograrlo en toda la noche, según manifestó al día siguiente”.
 
 
30 de julio, del refugio a la cárcel
 
El 29 de julio supo el Dr. Samsó del asesinato de su ex-vicario, mossen José Martí Durán en Vilafranca del Panadés, e invocando el texto evangélico “si os persiguen en una ciudad, huid a otra” (Mt 10,23), planteó la conveniencia de su salida de Mataró a la familia que le acogía, que así lo refiere:
 
“A media tarde llegaron noticias de Barcelona de cómo eran perseguidos los sacerdotes. … Bajó a cenar a las nueve, y mientras cenábamos comenzó a hablar de irse a Barcelona donde estaría más seguro al no ser tan conocido como aquí… Acordamos que la salida se haría el jueves 30 a las 5 y cuarto de la mañana, pues no sabíamos exactamente la hora del tren.”




En esta foto podemos ver de frente al Obispo mártir de Barcelona, Siervo de Dios Manuel Irurita. A la derecha de la fotografía y de espaldas, el Beato Josep Samsò
 
“El día 30, de acuerdo con lo convenido, él salió a las cinco y cuarto, y yo unos minutos después, siguiéndole los pasos… Supimos que el tren salía a las seis, y en el andén… se sentó en un banco y se puso a leer el diario….Como hacía frío, entró en la sala de espera. Abrieron la taquilla y compré un billete para el Empalme. Cuando faltaban unos diez minutos para la legada del tren, vinieron unos milicianos que entraron en la sala de espera….llegaron otros… dos de ellos cargaron el arma y salieron al poco llevando en medio al Dr. Samsó como se lleva a un malhechor, y, atravesando el vestíbulo, se dirigieron a la calle Lepanto” (Joaquín Ximenes).
 
 
33 días entre rejas
 
Joaquín Mª de Nadal, secretario particular de Cambó, y dirigente de Acción Católica, que había sido detenido en Caldetas e ingresado en la cárcel de Mataró el 29 de julio, había pedido a Dios algo muy difícil en aquellas circunstancias: un sacerdote que le ayudase a bien morir, y escribe:
 
Chirriaron los cerrojos de la puerta que comunicaba la entrada de la cárcel con el patio. La puerta se abrió y se cerró de golpe. Respiramos. Uno se encaramó y por la mirilla de la puerta advirtió de la llegada de un nuevo detenido. Agolpados a la mirilla, alguien dijo: “Es el Dr. Samsó, el párroco de Santa María”. Yo sentí dentro de mí un hondo sobresalto: la muerte no podía estar lejos puesto que Dios me mandaba el sacerdote que la víspera le pedía… Cuando a las ocho de la mañana nos abrieron la portezuela que comunicaba con el patio, todos nos precipitamos a saludarle. Estaba sereno, tranquilo, sonriente… Le pedí confesarme. Se sentó en un poyo de piedra a un lado del patio…fueron muchos los que sentaron después en aquel poyo y se levantaban transfigurados” (Joaquín Mª de Nadal, 21 octubre 1944).
 
El escolapio mataronés P. José Mª Sirés, preso también en la cárcel, donde confesó al Dr. Samsó en la víspera de su muerte, escribe como: “con él entró la serenidad en la mazmorra”, y recuerda estas sus palabras: “Dios me llama: oigo su voz y bendigo sus bondades. ¡Gracias, Señor, que así distingues a tu siervo!¡Tú eres la santidad, la justicia y el orden! ¡Yo soy tu ministro que moriré por la fe, por la grey que me has confiado, por mis enemigos, por la Patria! Veo los cielos abiertos: una corona, una palma son el premio de los que en Ti esperan. ¡Señor, salva a tu pueblo, Señor, recibe mi alma!”.
 
En los primeros días de revolución “la familia Gironés, que llevaba cada día la comida al Dr. Samsó a la cárcel, se puso de acuerdo con la familia Montserrat para llevarle escondida la comunión. Comulgaba dos días por semana. El primer día que comulgó el Dr. Samsó fue el de la Asumpta. La antevigilia de su inmolación le dijo a la Sra. Gironés: “-Demá em portará l’esmorzar que tant m’agrada” (Mañana me traerá el desayuno que tanto me gusta). Aquel día Carmen no pudo ir a la cárcel, haciéndolo al siguiente, que fue el de la inmolación, en que, providencialmente, el Dr. Samsó pudo recibir la Eucaristía como Viático”   (Declaración de Doña Josefa Carbó Masachs, su hija Coral Girones Carbó y de Doña Carmen Montserrat i Recoder).
 
 
Conviene que uno muera por el pueblo   (Jn 11,50)
 
Algunos dirigentes del Frente Popular de Mataró, por distintos motivos, se interesaron en salvar la vida del Dr. Samsó haciendo gestiones en su favor ante el “Comité”, al que otros le echaban en cara su debilidad de ser de los menos justicieros, es decir sanguinarios, de Cataluña, y le urgían a actuar implacable y ejemplarmente. Así “Llegó el 1 de septiembre de 1936. El Frente Popular de Mataró precisaba llevar a cabo un acto que, por su repercusión, hiriese la fibra más sensible del pueblo cristiano mataronés, y con realismo diabólico supo escoger muy bien: Asesinando al rector arcipreste Dr. Samsó, simbolizaban su deseo de exterminio de toda la Iglesia Católica” (Mn. Salvador Novell, Mártires de Mataró).
 
En el art.117- 28 de la Causa de Beatificación, se lee: “Según versión general, la noche antes de su muerte en larga y agitada sesión del Ayuntamiento -léase Comité- la columna “Malatesta” antes de salir para el frente exigía la entrega de los presos de la cárcel para sacrificarlos. Había aquel día en la cárcel 33 detenidos, y la contraoferta fue que en lugar de matar a los 33, que muriera uno sólo, el Dr. Samsó, pues, dada su personalidad y representación eclesiástica, su repercusión pública sería máxima. El Comité acabó aceptando la transacción, remedo evangélico, de que “conviene que este hombre muera por el pueblo”. El Buen Pastor daba de nuevo la vida por sus ovejas, y cumplía así su misión de Víctima Escogida”.
 
La aceptación por los dirigentes del anarquismo de la vida del Dr. Samsó como víctima emblemática propuesta por el sanedrín local del Frente Popular reunido aquella noche en el Ayuntamiento, refleja como el odio satánico contra Cristo y su Iglesia era prioritario a su proclamado programa de revolución social. Los consensuantes tenían preso en la misma cárcel nada menos que a Joaquín Mª de Nadal, Secretario particular de Francisco Cambó, el denostado fundador y factotum de la Lliga, máxima expresión, según ellos, de la opulenta burguesía, insaciable explotadora de la sangre del obrero, pero, puestos a elegir una sola víctima, no exigieron su cabeza, sino la de un abnegado párroco pobre, cuya caridad con los menesterosos era notoria. Ignoraban que cumplían los anhelos de su víctima que cuando rezaba el Rosario con todos los presos les decía: “¡Dios sobre todo!, si tiene que morir alguien, yo seré el primero, pero no me preocupa, pues es la voluntad divina” (Testimonio de José Vives i Pámies, prisionero en la cárcel de Mataró). Así fue; su ofrecimiento fue aceptado por el Rey de los Mártires, y el Dr. Samsó fue la primera y única víctima de sus 33 compañeros de prisión.
 
 
La Columna “Malatesta
 
El periódico vespertino “Llibertat”, órgano del Comité local antifascista, salía entre 6 y 7 de la tarde, por lo que el mismo día 1 de septiembre, insertaba ya la noticia del martirio.
 
 
LA COLUMNA MALATESTA SALE DE MATARÓ HACIA EL FRENTE
 
“A las dos y media de la tarde ha salido del cuartel la columna Malatesta, compuesta por milicianos y compañeros de todo el Maresme. Precedía a la columna un auto blindado. Seguía una sección de la Cruz Roja, la Banda Municipal sin uniforme y aumentada con profesores del Sindicato Musical, dirigida por el maestro Llorá. Venía detrás todo el contingente de la columna, muy bien equipada y con muchas banderas de la C.N.T.
 
Al llegar al Ayuntamiento la banda ha tocado “La Internacional” en medio de grandes ovaciones y vivas a la Libertad, a la C.N.T., a la F.A.I. y mueras al fascismo. Hecho el silencio ha hablado un representante de la FAI, el cual ha dicho que esta mañana se ha comenzado a hacer justicia fusilando de cara al ex - rector de Santa María.
 
La columna, fue reclutada entre los anarquistas del Maresme, y Juan Peiró le puso el nombre del anarquista italiano Enrico Malatesta. Cumplida su exigencia, marchó aquella tarde a Barcelona, y luego al bajo Aragón”.
 
 
 
“Incontrolados” y controladores”
 
“Aquellos días se estaba ultimando la recluta de una columna de la CNT y corrió la voz de que los milicianos se negaban a partir, si antes no se ejecutaba al Arcipreste Dr. Samsó. Bachs, y Layret, antiguos miembros de la Congregación Mariana y de la “Federació de Joves Cristians”, que militaban en “L’Estat Català” fueron a Mataró a hablar con el Alcalde Salvador Cruixent y con el jerifalte cenetista Juan Peiró para que se respetase la vida de aquel sacerdote. Domingo Girones (también Congregante, Fejocista, y miembro de “Nosaltres Sols”, íntimo amigo del Dr. Samsó, del que su familia cuidaba de su comida en la cárcel) hizo otra gestión semejante. Creixent y Peiró intentaban oponerse a quienes pedían la muerte de Samsó.” (Esteva Albert “Quatre boigs de Mataró” p. 149).
 
Todos los políticos eran conscientes del precio puesto por los capitostes de la Columna Malatesta a su marcha de Mataró, y quienes en la sesión nocturna del Ayuntamiento exigieron, mercadearon y autorizaron la muerte del Dr. Samsó, no eran unos “incontrolados” ni unos descerebrados como el gitano llamado el “cadiraire” ni el tintorero “geperut” Bruguera, pobres “mandados”, encargados de ejecutarla. El Dr. Samsó estaba preso por orden de la autoridad oficial, en una cárcel oficial y bajo vigilancia y responsabilidad de funcionarios públicos. En esta situación a algunos de estos responsables les contrariaba tener que entregar oficialmente a un preso tan conocido para que lo asesinaran, pero accedieron, ya que sin su connivencia el crimen no se hubiera perpetrado.
 
 
El Beato José Samsó y el cenetista Juan Peiró
 
Juan Peiró, antiguo trabajador del “Forn del Vidre” de Mataró, se convirtió en uno de los máximos líderes de los anarquistas al que seguían como a un mesías. “Para muchos trabajadores Peiró era un Dios”, reconoce Vila Palomar, autoridad que le llevaría a ser nombrado Ministro de Industria en Madrid en noviembre del 36. En aquel verano formaba parte del Comité Local Antifascista de Mataró. No consta estuviera en la agitada noche del 31 de agosto, pero Joan Comas i Pujol en su libro cita a un testigo presencial que afirma que al presentarse al día siguiente ante Peiró en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento uno de sus hombres de acción y decirle que acababan de matar al Rector de Santa María, le recriminó furioso: “-¡Asesinos, este hombre era mío, ladrones, me lo habéis robado!”, expresión más de inoportunidad política que de condena moral.
 
Sigue diciendo el testigo que luego, ya a solas, Peiró le dijo: “-Esto no es una revolución, es un conjunto de asesinatos, y pensar que algunos me culparán a mí de esta muerte. ¡Y era una buena persona!”. Sin duda en ese momento recordaba como dos años antes el asesinado Josep Samsó había librado a su hijo de la cárcel, declarando piadosamente no reconocerle como uno de los que, siguiendo las consignas paternas, le conminaba a punta de pistola a incendiar su Basílica.
 
 
“La destrucción de la Iglesia, es un hecho de justicia” (Joan Peiró en “Llibertat”, 5 de septiembre de 1936)
 
Concediendo la no intervención personal de Juan Peiró en la muerte de José Samsó, al que tenía por buena persona y a quien estaba agradecido, pasada la primera indignación por la actuación de sus secuaces que habían cumplido al pie de la letra sus consignas, aunque esta vez sin consultarle, su pensamiento respecto al asesinato de cuantos sacerdotes cayeran en sus manos quedaría paladinamente de manifiesto cuatro días después, el 5 de septiembre, al publicar con su firma en “Llibertat”, bajo el titular “La Columna Malatesta a Casp” la justificación moral del crimen y de sus ejecutores materiales:
 
La Iglesia, a través de los siglos, ha sido siempre aliada de los tiranos, ha sido actora de todos los hechos criminales, y es ella, en manos de los privilegiados, la que predica e impone a los pobres de espíritu, la sumisión a los poderosos y a los que se lo pasan bien. La destrucción de la Iglesia, es un hecho de justicia, porque la Iglesia representa un poder político, la finalidad del cual es la esclavización espiritual y social del pueblo”.
 
Bruguera “el geperut” y el gitano “cadiraire”, infelices discípulos del mesías Peiró, al fin y al cabo no hicieron sino cumplir al pie de la letra el acto de justicia que éste les predicaba, pues no participaban de sus motivaciones personales para hacer excepción con éste sacerdote respecto a lo que había que hacer con todos los demás.
 
Matar a Dios, si existiera, al calor de la revolución, cuando el pueblo, inflamado por el odio justo, se desborda, es una medida muy natural y muy humana” (Joan Peiró).
 
Juan Peiró en su libro “Perill a la Reraguardia” proclama:
 
El anatema general contra los mosqueteros con sotana, y los requetés engendrados a la sombra de los confesonarios, fue tomado al pie de la letra: se ha perseguido y exterminado a todos los sacerdotes y religiosos únicamente porque lo eran. La destrucción de la Iglesia es un acto de justicia. Matar a Dios, si existiera, al calor de la revolución cuando el pueblo, inflamado por el odio justo, se desborda, es una medida muy natural y muy humana.”
 
 
No alcanzamos a comprender como alguno de los organizadores de los actos a celebrar en Mataró osa justificar la conducta de quien con tales afirmaciones, no improvisadas en el calor de un mitin, sino reflexiones en un libro, incitaba a tantos desalmados a cumplir “al pie de la letra” – como hicieron con el Dr. Samsó - sus criminales consignas de muerte contra nuestros mártires.
 
 
A las 11 de la mañana del 1 de septiembre
 
El lancia conocido como “el coche fantasma” con que se hacían los “paseos”, se detenía ante la cárcel de Mataró. Junto a tres milicianos se apearon unos policías del Comité de Salut Pública que tutelaba al Gobierno municipal. Los policías exhibieron la autorización oficial por la que el director del centro Sr. Llisorgas, hasta entonces protector de la vida del preso José Samsó, debía entregárselo. Por la mirilla sus compañeros vieron como salía maniatado. Le subieron al “auto de la muerte”. Un testigo ha dicho que, sabiendo que iban a matarle, les pidió lo hicieran en el cementerio parroquial desde cuya explanada podría despedirse de su querida Santa María y de su  ciudad. Otro afirma que al salir de la cárcel dijo: “¡Gracias a Dios! Ahora podré unirme a los míos!” (Joan Comas, “El Dr. Samsó y el martirio”, Mataró1986).
 
En el proceso consta como un patrullero refería: “Al llegar a la explanada dirigió un “discurso” a los que debían ejecutarle. Hasta que al fin uno de los milicianos dijo: “Basta ya, que aun nos convencerá”, y fue ejecutado”.
 
Jaime Ferrando Grau, antiguo monaguillo de Santa Maria, declara que el día de la muerte del Dr. Samsó, junto con un amigo vio como le sacaban de la cárcel, y llevados por la intuición corrieron al Cementerio. La puerta estaba cerrada, pero saltaron la tapia del cementerio civil, entraron en el católico, y treparon a uno de los cipreses, desde el que vieron como el Dr. Samsó subía las escaleras, y como “desde el escondite del ciprés él oyó como le preguntaban si quería le vendaran los ojos, a lo que respondió que quería morir de cara a su ciudad. Que entre los que le ejecutaban había uno (el cadiraire) que con mucha frecuencia pasaba por su despacho pidiéndole limosna. Al verle el Dr. Samsó le dijo: -¿Tú también?
 
Otro declarante manifiesta que hablando de la muerte del Dr. Samsó con un miliciano retornado del frente, éste le dijo: “que era tanta la entereza del Dr. Samsó ante la muerte, que los del piquete no se atrevían a disparar. Nadie disparaba… Nadie lo quería matar. Hasta que uno del piquete dijo que sería una vergüenza volverle vivo a Mataró. De los tres milicianos uno solo disparó, dándole de lleno en el cráneo, destrozándole el ojo derecho y causándole la muerte”.
 
Un testigo, que trabajaba en una tintorería, declara que uno de sus compañeros “el geperut” (el jorobado) se vanagloriaba de haber pertenecido al piquete que ejecutó al Dr. Samsó, y que fue el único que disparó contra él. Que antes de ser ejecutado les decía: “-Abrazadme, que yo os perdono”. Y que dicho individuo… se negó a abrazarle diciendo: “si lo llego a abrazar no lo habríamos matado”. “Que al recibir la descarga cayó, y uno con una pistola le dio el tiro de gracia en la cabeza”.

 
 
Extendida la noticia, en la tarde de aquel 1 de septiembre fue subiendo gente al cementerio de Mataró a honrar el cadáver del Dr. Samsó. El yerno del dueño de la funeraria se arriesgó a tomar la impresionante foto del difunto, entregando la cámara al conserje del cementerio que la sacó oculta entre la ropa. Tomás Lladó, joven encargado del traslado de cadáveres, llegó antes que los demás, se arrodilló, le besó en la frente y rezó una oración, pidiendo perdón por sí y por Mataró. Le desabrochó el cuello de la camisa y le retiró la cadena con cuatro medallas y los gemelos de los puños, que se guardó en el bolsillo. El médico forense levantó el cadáver y certificó que solo había dos orificios de entrada de bala, los dos en el cráneo: el del disparo del miliciano que no se dejó abrazar y el del tiro de gracia que el mismo le descerrajó. Sor Carmen Plana y otras feligresas, recogieron en un pañuelo tierra mezclada con su sangre, reliquia que se conserva con otras pertenencias del mártir en la parroquia. El cadáver fue enterrado en el nicho 40 de la Isla 1ª hasta que en octubre de 1944 fue trasladado a la Basílica de Santa María.
 
 
La glorificación del mártir
 
El 3 de marzo de 1939, tras la liberación de Mataró, se ofició en la Basílica de Santa María una Misa funeral por las víctimas de la persecución, siendo descubierta una lápida que daba nombre a la plaza de la iglesia como de su párroco mártir el Dr. Samsó. El 22 de octubre de 1944, fueron trasladados sus restos mortales en emotiva y multitudinaria procesión por las céntricas calles de Mataró, desde el cementerio a su Basílica de Santa María, donde se rezó solemne Vía crucis en su memoria. Al día siguiente, sus restos fueron solemnemente inhumados en sepulcro nuevo en la Capilla de las Santas mártires Juliana y Semproniana de la Basílica, celebrando el Oficio Pontifical de Requiem el Obispo de la Diócesis Dr. D. Gregorio Modrego.
 
Debían transcurrir veinte largos años, hasta que el 12 de febrero de 1959 el Arzobispo Dr. Modrego promovía la causa de beatificación del Obispo Manuel Irurita y otros sacerdotes de la Diócesis, entre ellos el Dr. Samsó. La Causa, como todas, se paralizó por disposición superior en 1963, pero, a iniciativa de su amigo Joan Comas i Pujol y su benemérita Asosociació d’Amics del Dr. Samsó que la instaron como causa separada ante el Cardenal Ricardo Mª Carles, fue reanudada por éste en 1996. El 18 de Marzo de 1999, y en la capilla de los Dolores de la Basílica de Santa María se clausuraba el Proceso Canónico de martirio en fase diocesana, remitiendo lo actuado a Roma el Postulador P. Ramón Juliá, Escolapio y el Vicepostulador, Hermano Marista, Mariano Santamaría.
 
Monseñor Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, legado nombrado por el Papa, presidió la beatificación del mártir Mossen José Samsó i Elias el 23 de enero de 2010 en la basílica de Santa María de Mataró.
 

 
 
 
En la foto el Cardenal Amato venera los restos del Beato Josep Samsó Elías en la Capilla Martirial de Santa María de Mataró. En la losa puede leerse:
 
Esta tumba guarda los restos mortales del egregio y distinguido varón Rvdo. José Samsó Elías, Presbítero, que rigió durante diecisiete años, con unánime reconocimiento, la Parroquia de Santa María de Mataró, enalteciendo admirablemente el ministerio sacerdotal. Víctima de la Persecución impía, el día primero de septiembre de 1936, herido mortalmente murió por Cristo. Mira propicio a los supervivientes, a quienes enseñaste a vivir santamente y a morir piadosamente”.


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