Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Visión corporal, visión espirtual

por Juan del Carmelo

           Pocos son, los que dudan, de que la persona humana tiene cuerpo material y alma espiritual. Esta es una realidad admitida tanto por creyentes como por agnósticos e inclusive ateos. Nosotros tenemos un cuerpo que pertenece al mundo de lo natural y de lo visible, al mundo de todo aquello que puede ser captado por los ojos de nuestra cara y un alma que pertenece al mundo de lo sobrenatural y de lo invisible, al mundo de todo aquello que no puede ser captado por los ojos de nuestra cara, pero si, puede ser captado y visto, con mayor o menor claridad, por medio de los ojos de nuestra alma, en función de la agudeza visual, que hayamos sido capaces de darle a estos ojos de nuestra alma, en el desarrollo de la vida espiritual de esta, durante su paso por este mundo.

 

            Si reconozco que hay personas, que habiendo sido debidamente manipuladas por el maligno, niegan la existencia del alma, con la mismo ímpetu, con el que niegan la existencia de Dios, y al mismo tiempo le rinden culto al demonio, en las llamadas misas negras o se hacen miembros de la masonería, reconociendo la existencia de un ser superior, al que llaman el gran arquitecto, para ocultar, que en su grado superior el 33, ese gran arquitecto se llama satanás, al que se le reconoce y se le rinde culto, como una ser superior. No continúo en esta línea con este tema, porque no es el caso de tratarlo aquí y si alguien está interesado en el tema, le recomiendo la lectura de los libros de Ricardo de la Cierva. Pero si quiero poner de manifiesto, la gran incoherencia que reside, en negar la existencia de Dios por un lado y por otro prestarle culto al demonio.

 

            Cualquier primitivo ser humano de la más recóndita selva amazónica, africana, de Nueva Guinea o de cualquier otro cuasi inexplorado sitio de este mundo, sabe que existe un mundo de lo invisible y que el poder de este, es incomprensible para él, circunstancia esta que saben aprovechar debidamente los brujos de las tribus, de que se trate. Para el ser humano, resulta indudable, que si se tiene sed de agua, es porque el agua existe y si se tiene sed de Dios y deseos de conocer ese mundo de lo espiritual, es porque Dios existe y su mundo invisible también. Y ello es sencillamente así, porque así hemos sido creados, con unos sellos o improntas, fijados en nuestro interior, que nos lanzan hacia nuestro Creador, por muchas que sean las artimañas del maligno, para que no lleguemos a lograr el amor del Reino del Señor, y le hagamos eterna compañía en su reino de odio. Porque donde no media el amor, el vacío lo ocupa siempre el odio. Hay un principio básico que dice que todo lo creado busca a su Creador.

 

            Esta dicotomía de cuerpo y alma que todos tenemos, nos otorga una doble perspectiva o visión de todo lo que nos rodea. Toda persona es capaz de ver con dos clases de ojos, y ellos le dan dos visones, muchas veces distintas y hasta contradictorias, de lo que contempla. Naturalmente me estoy refiriendo a los ojos de nuestra cara y a los ojos de nuestra alma. Más de una vez ya hemos tocado este tema, y ello es, por la importancia que tiene para prosperar en el desarrollo de nuestra vida espiritual, pues solo con unos sentidos espirituales, especialmente el de la vista, bien desarrollados, podemos comprender debidamente muchas cosas, respondernos a muchas preguntas y sobre todo amar más al Señor.

 

            Corporalmente tenemos cinco sentidos, para relacionarnos con nuestro mundo exterior, pero de estos cinco sentidos, sin duda alguna, la vista es el más importante, ya que por medio de ella recibimos la mayor cantidad de información para movernos y desarrollarnos en el mundo exterior. A cualquiera que le pregunten, acerca de cuál de los cinco sentidos puede prescindir, todos sabemos que el último que diríamos sería la vista. Pero la vista no nos sirve de nada si carecemos de un elemento esencial que es la luz material que en el caso de este mundo nos la proporciona el astro Sol. Y digo que tan material como nuestros ojos corporales es la luz que necesita y que nos la genera el sol o el fuego, porque esta luz es una luz compuesta de diversos colores y bien sabemos que todo aquello que es susceptible de división por estar formados por varias partes, es también temporal y susceptible de descomposición y subsiguientemente de desaparición. Solo lo que es simple, no se puede descomponer y todo lo que pertenece al mundo de lo espiritual es simple  y eterno porque no se puede descomponer.

 

            Espiritualmente nuestra alma dispone también de sentidos y del sentido de la vista, de una vista que percibe todo lo que está por encima de lo natural. Son los ojos de nuestra alma que nos pueden dar una visión de lo sobrenatural, si es que estos ojos, disponen de la luz que necesitan, que no es la luz material del sol, sino que es la luz espiritual que emana de la gloria del Señor. Solo amando debidamente al Señor en el ejercicio de nuestra vida espiritual, podremos llegar a desarrollar, los ojos de nuestra alma y adquirir el don de la luz de amor que puede iluminar la visión de los ojos de nuestra alma.

 

            Son muchas las veces que leemos en vidas de santos y santas, las apariciones del Señor que ellos tuvieron, y nosotros enseguida pensamos que estas apariciones las contemplaron los ojos corporales  de estos bienaventurados. Desde luego que sí puede haber casos, y los hay, como puede ser por ejemplo las apariciones de la Virgen en Fátima, en el Pilar de Zaragoza,  o Lourdes, pero la mayoría de las veces, son apariciones reales que fueron vistas con los ojos del alma. San Pablo nos da una clara idea de sus dudas acerca de lo que vio y nos dice: Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años, si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre, en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar”. (2Co 12,2). Es claro que a San Pablo los ojos de su cara no le funcionaron.

 

Santa Teresa de Jesús varias veces alude a este tema de los ojos del alma y dice: “Se me presentó Cristo delante con mucho rigor, dándome a entender lo mucho que aquello le dolía. Le vi, con los ojos del alma más claramente que lo que pudiera verle con los ojos del cuerpo”. En otro párrafo nos dice: “Me hizo mucho daño creer que no era posible ver nada si no era con los ojos del cuerpo, y el demonio influyó en que lo creyese así y en hacerme entender que era imposible ver sin los ojos del cuerpo”.  En otros párrafos la santa confiesa que con los ojos corporales nunca vio, sino con los ojos del alma.

 

Aquellos que, hayan leído algo sobre experiencia NDE (experiencias alrededor de la muerte), no les sonará extraño la descripción que algunos hacen diciendo: Me desperté en el quirófano, mire abajo y vi mi cuerpo con varios doctores alrededor, tratando de reanimarme..., y uno se pregunta: Si sus ojos corporales estaban en el cuerpo, al que trataban de reanimarlo ¿Con que ojos, vio su cuerpo desde arriba? Indudablemente era con los ojos de su alma, iluminados con la luz divina.

 

Y para aquellos otros que hayan adquirido el hábito de visitar diariamente al Señor y pasar un rato en su compañía, frente al sagrario, saben muy bien que con los ojos de su cara solo ven la luz roja y las puertas del sagrario, por lo que tienen que cerrar los ojos, e imaginativamente ver lo que hay tras las pequeñas puertas del tabernáculo, donde se encuentra generalmente un copón, con varias formas consagradas y en estas formas, se encuentra el Señor con toda su humanidad y su divinidad. Dice Santa Teresa, que esto no es mal ejercicio hacer esto para comenzar, pero que la contemplación no es eso. En la contemplación hemos de avanzar más, hemos de pedirle al Señor que con su luz divina, ilumine los ojos de nuestra alma, que nos de la luz necesaria, para ver con nuestros ojos espirituales.

 

Y para avanzar en este sentido, hemos de buscar la intimidad con el Señor, el silencio y cerrar nuestros ojos corporales, porque si estamos inundados con la luz material, no dejamos entrar en los ojos de nuestra alma la luz del Señor, que ellos necesitan. Pedro Finkler escribe: “Sentimos mejor y comprendemos con más claridad las realidades del mundo espiritual cuando cerramos los ojos, nos tapamos los oídos y desactivamos todos los sentidos que captan cosas del mundo exterior. Las realidades místicas relacionadas con Dios solo son perceptibles mediante el uso de los sentidos internos de la fe, de la intuición, de la conciencia, etc.”.

           

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. BUSCAR A DIOS. Isbn. 978-84-611-6451-6.

-        Libro. MILAGROS EN LA EUCARISTÍA. Isbn. 978-84-611-7909-1.

-        Sentidos del alma. Glosa del 21-12-09.

-        Las edades del alma. Glosa del 10-01-10

-        Belleza de un alma en gracia. Glosa del            01-05-10

-        Salvarse sí, ¿pero…? Glosa del 27-06-11

-        Acrónimo NDE. Glosa del 12-06-09

-        Entrada en el más allá. Glosa del 27-11-10

-        Vida después de la muerte. Glosa del 04-01-11

-        Cincelar la visión de nuestra alma. Glosa del 13-07-11.

 

 

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