Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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San Pedro Poveda, sacerdote y mártir (2)

por Jorge López Teulón

Beati mortui qui in Domino moriuntur
En el cementerio parisino de Picpus reposan los restos de la Beata Teresa de San Agustín y 15 compañeras mártires, del Carmelo de Compiègne, cuya fiesta celebraremos el próximo domingo, 17 de julio.

La madre María de la Encarnación fue la única que pudo escapar de la persecución y escribió un relato de los hechos, el cual inspiró a la escritora alemana Gertrud von Le Fort una novela titulada “La última en el cadalso”, escrita en 1931.

Años después al escritor Georges Bernanos se le pidió la confección de un guión para una película basada en dicha novela. Bernanos se entusiasmó con la idea, y se abocó muy intensamente al trabajo, pese a su delicado estado de salud, terminándolo en abril de 1948. Tiempo después Bernanos falleció víctima del cáncer, y su trabajo, sin nombre aún, fue titulado “Diálogos de Carmelitas” por el editor. En 1960 se produjo la exitosa película con ese título. Todo ello contribuyó a popularizar la historia de las Mártires de Compiègne.
 
 
Estos son los hechos
·        El monasterio de Compiègne había sido fundado por las carmelitas descalzas de Amiens en 1641. Tiempo después, y según se cuenta en los anales de la casa, la carmelita sor Isabel Bautista tuvo una vez un sueño en el que, según dijo, se le habían aparecido todas las religiosas de su convento, en el cielo, cubiertas de resplandeciente manto blanco y sosteniendo en las manos una palma, símbolo de la gloria del martirio.
·        El 14 de julio de 1789, cuando estalla la Revolución francesa las ideas de libertad, igualdad y fraternidad quedaron un tanto diluidas y la Iglesia Católica sufrió nuevamente una cruel persecución.
·        Cuando los disturbios fueron aumentando, entre junio y septiembre de 1792, la priora de Compiègne, madre Teresa de San Agustín, tuvo una inspiración y propuso a todas las religiosas hacer “un acto de consagración por el cual la comunidad se ofreciera en holocausto para aplacar la cólera de Dios y por que la divina paz que su querido Hijo había venido a traer al mundo volviera a la Iglesia y al Estado”. A partir de entonces, diariamente, renovaron este acto de consagración. Podemos hablar propiamente de un voto de martirio.
·        El 14 de septiembre de 1792 fueron expulsadas de su monasterio. Separadas por grupos siguieron viviendo su vida de oración y penitencia. Pero cuando aún no se habían cumplido dos años desde su expulsión, a finales de junio de 1794, fueron nuevamente denunciadas. El 13 de julio de 1794 eran recluidas en la famosa prisión de la Conciergerie de París, antesala de la guillotina.
·        Ante el Tribunal escucharon cómo el acusador público las atacaba durísimamente: “Aunque separadas en diferentes casas, formaban conciliábulos contrarrevolucionarios en los que intervenían ellas y otras personas. Vivían bajo la obediencia de una superiora y, en cuanto a sus principios y sus votos, sus cartas y sus escritos son suficiente testimonio.
·        Una hora después subían en las carretas que las conducirían a la plaza del Trono. En el trayecto las monjas fueron cantando el “Miserere” y la “Salve Regina”. Al pie ya de la guillotina entonaron el “Te Deum”, y el “Veni Creator”. Por último, hicieron renovación de sus promesas del bautismo y de sus votos de religión. Era el día 17 de julio por la tarde.
·        La Iglesia declaró que el sacrificio de aquellas nobles mujeres no había sido en vano, puesto que “apenas habían transcurridodiez días de su suplicio cuando cesaba la tormenta que durante dos años había cubierto el suelo de Francia de sangre de sus hijos” (decreto de declaración de martirio, 24 de junio de 1905).
·        El cardenal Richard, arzobispo de París, inició el proceso de su beatificación el 23 de febrero de 1896. El 16 de diciembre de 1902 el papa León XIII declaraba venerables a las dieciséis carmelitas. En 1905 San Pío X las declaraba beatas.
 
San Pedro Poveda y su voto de martirio
         En los escritos de San Pedro encontramos como él mismo había hecho un voto de martirio. Es una estampa de la Santísima Virgen con la leyenda: El día 2 de febrero del año 1926, después de hechos los juramentos de defender con mi vida los misterios de la Asunción en cuerpo y alma, y de la Mediación universal, pido a la Santísima Virgen la gracia de ser mártir por estos dogmas.-Pedro Poveda”.
 
Daremos paso en la siguiente entrega a un artículo de la Venerable Josefa Segovia hablándonos de todo esto. Hoy, por no alargarme más, me limito a recoger la nota que aparece al pie de la página 1042 en el tomo I de las Obras de San Pedro Poveda, titulada “Creí por esto hablé” (transcripción literal):
“En 1934 se nota un renovado fervor mariano en Pedro Poveda. Entre otros factores, el hecho parece estar relacionado con la marcha de la Obra (la Institución Teresiana), cuya eficacia en el servicio de la Iglesia se hace patente durante estos difíciles años treinta. Y es sabido cómo en el sentir del autor, la Obra era lo que era gracias a María. En el Diario de Poveda de este año las referencias marianas son muy especiales. El 28 de abril de 1934 medita el tema de la esclavitud mariana y el 29 hace una exposición sobre “El acto de consagración a la Santísima Virgen como esclavos de Nuestra Señora” y añade:
Escribo la estampa con la carta de esclavitud (la estampa está escrita de su puño y letra):
“Sepan cuantos esta carta de esclavitud vieren, los ángeles y los hombres y todas las criaturas, como yo, Pedro Poveda Castroverde, me vendo y entrego por esclavo perpetuo de la Virgen María, Madre de Dios, por donación pura, libre y espontánea, que el derecho llama irrevocable intervivos de mi persona y bienes, para que de mí y de ellos disponga a Su Voluntad como verdadera Señora mía, y porque me hallo indigno de esta honra, suplico al glorioso patriarca San José, esposo amantísimo suyo, con los demás ciudadanos celestiales, me alcance de Ella me reciba en el número de sus esclavos, y por ser verdad lo firmo de mi nombre, y quisiera firmarlo con sangre de mi corazón.
Indigno esclavo de la Virgen Santísima, Pedro Poveda.
Madrid, 29 de abril de 1934.
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