Sábado, 20 de abril de 2024

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Fortaleza del amor

por Juan del Carmelo

Dios creador absoluto y único, de todo lo visible y lo invisible, según reza nuestro Credo…, es la única fuente de amor sobrenatural, del cual se generan todos los demás amores humanos lícitos, no los que nos hemos inventado, los sinvergüenzas de los hombres. El amor con que nosotros le amamos a Él no lo generamos nosotros, sino que es Él mismo, quien lo genera y nos lo dona, cuando nosotros deseamos amarle. Por ello San Juan en su primera epístola, nos dice: “Nosotros amemos, porque él nos amó primero” (1Jn 4,19). Nosotros cuando amamos a Dios reflejamos como en un espejo, el propio amor que Dios nos ha donado, para que le amemos.

 

 “El gran teólogo cisterciense del siglo XII San Bernardo de Claraval, señalaba que el amor se basta a sí mismo, que es su propio fin, su propio mérito, su propio premio. No busca ninguna causa más allá de él, ni fruto fuera de sí. El mismo acto de amar es el mayor premio del amor, porque amar con un amor puro y desinteresado a Dios, que es el supremo objeto de todo amor, tendrá que ser el día der mañana para nosotros y lo es para los que ya están ya arriba, el gozo más puro y más perfecto y el mejor de los premios. Y él exclamaba: “Amo, sencillamente porque amo; y amo para amar” (Sermón 83 de Cantica)”.

 

En amor es un sentimiento fuerte, en el libro del Cantar de los Cantares, se puede leer: El amor es fuerte como la muerte(Cant 2,16). Y es mucho más fuerte que el odio, porque el amor es patrimonio de Dios y el odio de nuestro eterno enemigo el demonio.

 

Asimismo en el parágrafo 239 del Catecismo de la Iglesia católica, se hace la afirmación de la fortaleza del amor divino, al decir que: “El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Os 11, 1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49, 1415). Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su amada (Is 62, 4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3, 16)”.

 

Son dos, los sentimientos humanos que se caracterizan por su fuerza; uno es el amor y el otro es el odio. Como bien sabemos, el odio es la antítesis del amor. Es la negación del amor, donde no hay amor, nace de inmediato el odio, el vacío que deja la no existencia de amor, inmediatamente se rellena con el odio. Y al decir odio, hay que pensar que este tiene una larga escala de intensidades, que pueden ir desde la simple antipatía, hasta lo que nosotros llamamos odio africano. Parece ser que al cartaginés Anibal juró desde niño, odio a los romanos, y de aquí la expresión acuñada por los romanos, refiriéndose al origen africano de Cartago y por supuesto de Anibal.

 

La naturaleza del Dios es el amor y nada más que el amor, la nuestra debería de ser igual, pero no lo será hasta que, purificados plenamente aceptemos el amor a Dios con carácter definitivo, Ahora aquí abajo fluctuamos entre un débil amor a Dios, y un descarado y peligroso coqueteo con el odio que nos atiza nuestro eterno enemigo, el demonio que siempre está a la que salta. Solo cuando hayamos superado nuestra prueba de amor, podremos pensar que nuestra naturaleza es como la de los ángeles una naturaleza de amor. Y aquél que no hay superado, aunque sea por los pelos la prueba de amor y no haya al final aceptado el amor que Dios constantemente le ha estado ofreciendo, verá como su naturaleza se transforma en una naturaleza de odio, como es la del demonio, al cual le resulta imposible hacer un simple acto de amor, pues al marcharse el amor de Dios de su naturaleza, esta se ha rellenado de odio a todo, a tos , y a si mísmo.

 

Cuando el amor sobrenatural, que Dios está siempre dispuesto a donarnos, tanto al que se lo pide como al desalmados que se arrepiente, se retira de la criatura humana, por no haber aceptado esta al final de sus días, la posibilidad de adquirir amor, entonces, nace entonces en ella, en la persona que haya rechazado el amor, que Dios le estuvo ofreciendo y se haya condenado, un vacío de amor, que será inmediatamente rellenado por el odio. Por ello, el demonio es la quinta esencia del odio y con mayor o menor fuerza de odio se desarrollará la vida del condenado en el infierno, según su grado de condenación.

 

A sensu contrario en el cielo reina el amor a todos y entre todos. En el infierno reina el odio, a todo y a todos, incluso el condenado se odia a sí mismo. Desde luego que la fortaleza del odio es tremenda en la persona, sobre todo cuando alguna de ellas, está dominada por esta desgracia, porque odiar es una desgracia y un sufrimiento, más grande para que el que odia, que para el que es odiado, que muchas veces ni se entera de que lo odian. Una persona que odia es capaz de todo, pero el amor es más fuerte que el odio, el odio puede ser vencido con la fuerza del amor. Es San Juan de la Cruz el que escribe: “Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”.

 

La fuerza del amor es superior y el solo es capaz de curar el desamor, y el odio, por muy fuerte que este sea. Con el tiempo todo se termina rindiéndose a la fuerza del amor. El hombre que ama de corazón, tanto en el plano natural como en el sobrenatural, se encuentra fortalecido, pero sobre todo se siente feliz. El ejercicio del amor y el sentirse recipiendario del amor de los demás y desde luego del amor divino, produce seguridad, felicidad y fortaleza. Es como si el propio amor nos transfiriera su propia fortaleza. Fortaleza esta que directamente proviene de la esencia de Dios, pues Dios es amor y solamente amor, como reiteradamente San Juan nos dice: “Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en él”. (1Jn 4,16).

 

Pensemos también, que de la misma forma que la esencia del Dios es el amor, la esencia del demonio, que es la antítesis del amor, en este caso es el odio. El amor es increado, pertenece al Increado, el odio ha sido siempre creado por las criaturas que el Increado, ha creado. Y esta es la razón más trascendente de la fortaleza del amor sobre su antítesis que es el odio. El odio no ha sido creado por Dios, ha sido creado como consecuencia de los incumplimientos y ofensas de sus criaturas, los que lo han creado.

 

De otro lado el ejercicio del amor sobre todo el del amor sobrenatural, fortalece el alma y eleva su nivel de vida espiritual, que en definitiva se mide en razón de la intensidad con que se ama al Señor. Nosotros somos más perfectos, cuanto más amamos. Y por el contrario el odio, antítesis del amor debilita y llega a anular la existencia de la vida espiritual de un alma. En definitiva hemos de pensar que a este mundo, hemos venido a pasar una prueba de amor, y el que más ama es y será el que obtenga mayor puntuación en la prueba.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. AMAR A DIOS. Isbn. 978-84-611-6450-9.

-        Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS. Isbn. 978-84-611-79101.

-        Los goces de amar a Dios. Glosa del 22-07-09

-        Imposible, no amar a Dios. Glosa del 26-0710

-        Verdaderamente, ¿yo amo a Dios? Glosa del 28-0710

-        ¿Es puro nuestro amor? Glosa del  14-0910

-        Sin amor es imposible. Glosa del 141010

-        Querer tener deseos de amarte, Señor. Glosa del 191210

-        Todo lo puede, el que ama al Señor. Glosa del 291210

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