Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Fe, ciencia, razón y verdad


También actualmente muchos siguen poniendo su inteligencia al servicio de Dios y de la Iglesia, aunque paralelamente sigue siendo una objeción constante a la Iglesia esa imposibilidad de unir fe y razón.

por Pedro Trevijano

Opinión

A lo largo de los siglos el ser humano se va enfrentando con problemas de muy distinta índole, pero algunos son permanentes o propios de todos los tiempos, por ejemplo la relación entre fe, ciencia, razón y verdad.

En toda la Historia de la Iglesia ha habido muchos que han intentado racionalizar su fe. Apologetas, Padres y Doctores de la Iglesia han puesto su inteligencia al servicio de la fe y han intentado dar razón de ella. Cuando digo Misa, una de las cosas que me llaman la atención es ver la cantidad de Padres y Doctores de la Iglesia que son los santos del día, es decir gente que ha puesto sus cualidades y fundamentalmente su inteligencia al servicio de Dios y de la Iglesia.

También actualmente muchos siguen poniendo su inteligencia al servicio de Dios y de la Iglesia, aunque paralelamente sigue siendo una objeción constante a la Iglesia esa imposibilidad de unir fe y razón, problema al que se tuvo que enfrentar ya Pasteur cuando en un viaje en tren a fines del siglo XIX un joven le arguyó que ya no se podía, dado el avance de las ciencias, ser a la vez científico y creyente. Pasteur le escuchó educadamente y cuando se despidieron le entregó su tarjeta con el ruego que le hiciese llegar esas publicaciones. Y es que hay pocas cosas y pocas tonterías nuevas bajo el sol.

Sobre este tema dice el Catecismo de la Iglesia: “‘La fe trata de comprender’. Es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor lo que le ha sido revelado”(nº 158). “‘Fe y ciencia’.  “A pesar que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón. Dios no podría negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir a lo verdadero”(nº 159).

El problema de la relación entre fe, ciencia, razón y verdad lo expresa muy bien un chiste que he leído justo en este momento. Se ve a un sacerdote que dice: “No os dejéis embaucar por los que os dicen la verdad”. Y es que muchos, especialmente los relativistas y corrientes afines sostienen la no existencia de la Verdad Objetiva y de unos principios y valores morales universales y de permanente validez, con unas consecuencias que han sido recientemente denunciadas por Benedicto XVI, en  su Catequesis en la Audiencia General de este 15 de Junio: “Si el hombre no conoce a Dios como Absoluto y Transcendente, cae en esclavitud e idolatría, como han demostrado en nuestro tiempo los regímenes totalitarios y como muestran también las diversas formas de nihilismo, que hacen al hombre dependiente de ídolos e idolatrías, lo esclavizan”.

Y es que es la fidelidad a la verdad la que es garantía de la libertad y del desarrollo humano integral. De hecho las dos instituciones líderes que actualmente buscan la verdad como la esencia de la investigación humana son la ciencia y la religión. Fe y pensamiento científico pueden acomodarse mutuamente, así como tiene que haber una relación de armonía entre la fe y la vida, e incluso los mandamientos “ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto, indirectamente, los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana” (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor,  nº13).

Pero “no se trata aquí solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: adherirse a la persona misma de Cristo” (VS nº 19). No nos olvidemos que Jesucristo es la luz del mundo, la luz de la vida (cf. Jn 8,12), así como “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6) y en su seguimiento está nuestro desarrollo integral, pues Él busca nuestro bien y nos conduce hacia nuestra plena perfección  (cf. Mt 5,48). Pero queda en el aire una pregunta:  ¿somos embaucadores los que creemos que hay una verdad, o más bien, como piensa la Epístola a los Romanos (cf. Rom 1,18-2,23), la increencia lleva al desastre?.
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