Sábado, 20 de abril de 2024

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De un Casillas que le planta dos besos... ¡¡¡a la mismísima Reina de España!!!

por Luis Antequera


            Besucón nos ha resultado el muchacho, protagonista ya de uno de los besos más sonados, el que le diera cuando ganaba la Copa del Mundo a una de las periodistas más guapas del mundo, y a la que más personas en el planeta desearían darle otro parecido o incluso menos intenso.
 
            Pues bien, esta vez no se ha detenido el muchacho... ¡¡¡ni ante la mismísima Reina!!!, a la que forzó a plantarle dos osculillos en su barbada y sudorosa mejilla. ¿No les llamó la atención?
 
            Antes había agasajado a Sus Majestades el entrenador del nuevo campeón de la Copa de Su Majestad el Rey, el Sr. Mourinho, que lo hizo con una corrección y una pericia que rara vez he visto en los propios españoles, agachando la cabeza ante la persona de cada uno de los monarcas. Luego vino el espectáculo de “Producciones Casillas”, quien, ataviado en una bandera nacional que le tapaba el entero regazo, tiraba primero de la mano del Rey fundiéndose con él en un cálido y entregadísimo abrazo, para, a continuación, hacer lo propio con la Reina, a la que el besucón muchacho plantó... ¡¡¡un par de sonoros besos!!!, como habría precisado el ocurrente Sabina, “uno por mejilla”.
 
            Me resultó primero, si les digo la verdad, chocante. Pensé no tanto en nuestro campechano monarca, que se ha prodigado en tipo tal de efusiones y al que nunca han parecido disgustar. Pero sí en su regia consorte, una Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg de los pies a la cabeza, la Reina Sofía, a la que hemos visto prodigarse menos en menesteres tales, aunque sí lo haya hecho en ocasiones muy excepcionales: así en los funerales de las tristes masacres producidas en España últimamente, o cuando con una llaneza que le desconocíamos, bajó a los vestuarios de los flamantes campeones del mundo a saludarles apenas terminado el partido que les proclamaba tales.
 
            Decía pues, que me chocó al principio. Luego en cambio, me quedé con la espontaneidad del momento, y con el mucho cariño que un excepcional deportista como Casillas, en cuyas vitrinas personales no falta desde ayer en que conquistó la única que le faltaba una sola copa que pueda antojársele al más galardonado futbolista, dispensaba en esos besos excesivos.
 
            Y luego pensé inmediatamente en los sinsabores que nuestra pareja real, -y con ella, todos los españoles de bien, por poco monárquicos que puedan ser-, ha tenido que sufrir en tantas otras ocasiones en la que lo único que iba a hacer a los distintos campos de juego de España, era entregar un trofeo que no pretende otra cosa que premiar a quien lo recibía. Unos sinsabores en forma de pitidos y de abucheos tan sonoros como irreverentes que, desenganémonos, ni siquiera se dirigían propiamente contra sus regias personas, sino contra la que es la patria común de todos los españoles, y a la que todos debemos un respeto. Porque amar la patria propia siempre fue de bien nacidos, y agraviarla siempre fue de malnacidos.
 
            Me sentí, pues, retratado en nuestro simpar Casillas, y agradecí su singular alivio ante la Reina, la cual, más allá de la inicial perplejidad, sentiría, sin duda, en ese beso de un simple mostoleño, como a él le gusta de llamarse, el inmenso cariño que hacia ella y sobre todo, hacia lo que representa, sienten en España tantos españoles de bien.
 
            Por mi parte, felicidades campeón. Y contigo, a todo ese gran equipo, que siempre ha paseado orgulloso y nunca ha escondió su española condición que es el Real Madrid. Merecido se lo tiene, y pocas veces lo he sentido con él en comunión tan estrecha como lo hice ayer. ¡Felicidades pues!
 
 
 
 
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