Viernes, 29 de marzo de 2024

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En el raro calendario etíope, hoy están en 2003

por Luis Antequera

 
            Lo sabrán todos Vds. que por una razón u otra han tenido algún contacto con Etiopía, pero nuestros hermanos etíopes, el país cristiano más antiguo de Africa –los Hechos de los apóstoles nos narran como Felipe convierte a un etíope en los primeros días de la comunidad cristiana (Hch. 8, 26-39)- no se hallan en el año 2011 como nosotros, sino que transitan todavía por el año 2003. ¿Cómo es ello posible?
 
            Pues lo es gracias a una coincidencia y a una particularidad. La coincidencia es el hecho de que tanto el cristianismo occidental como el cristianismo etíope, que siempre han vivido, por razones obvias, muy alejados el uno del otro, decidieran en un momento dado de su historia adaptar el calendario al nacimiento de Jesús, o por mejor precisar, a la concepción de Jesús. La particularidad es que cada uno de ellos calculara dicha concepción de distinta manera.
 
            En el ámbito cristiano occidental, la cuestión tiene lugar en el s. VI cuando sentado en la silla de Pedro Juan I (523-526), este Papa encarga al monje rumano Dionisio (h. 470-h.544), conocido como el Exiguo, calcular a partir de los textos bíblicos el año en que nació Jesús, con la intención de establecer tal fecha como el inicio de la era cristiana.
 
            El buen monje Dionisio se pone manos a la obra y en base a Lc. 3, 1 en relación con Lc. 3, 23, fija el año 1 de la nueva era. Ocurre que Lc. 3, 1 data el bautizo de Jesús en el año 15 del imperio de Tiberio (manera de datar entonces los acontecimientos, en función del año de reinado del Emperador). Y Lc. 3, 23 nos informa de que “tenía Jesús unos treinta años”. Nada más fácil para el Exiguo que retrasar el calendario treinta años respecto de la fecha transmitida por Lucas, y ¡alehop! ya tenemos el año 1 coincidente con el año 15 antes del advenimiento al trono del Emperador Tiberio.
 
            Se equivocaba el monje rumano, porque no decía Lucas que Jesús tuviera “treinta” años precisos, sino “unos” treinta años. Recurso literario para nada caprichoso, sino de lo más certero, porque considerando el dato que aporta Lucas (y también Mateo) al principio de su Evangelio según el cual reinaba cuando nace Jesús en Israel Herodes el Grande, (ver Lc. 1, 5; Mt. 2, 1.), de quien sabemos por el historiador judío del s. I, Josefo, que murió en el año 4 a.C., no hay más remedio que aceptar que Jesús había nacido, por lo menos, cuatro, -cuando no cinco, seis o siete-, años antes de su propia era, con lo que tenía de treinta y cuatro a treinta y seis años cuando toma el bautizo de manos de Juan, y con lo que, de haber hecho mejor los cálculos el monje Dionisio, andaríamos hoy por el año 2015, 2016 o 2017, y no en el 2011 como andamos. Como quiera que sea, quedó de esa manera establecido el año 1 de la era cristiana, y así ha permanecido hasta la fecha, sin que parezca que nadie, ni siquiera ZP, vaya a cambiarlo por el momento.
 
            Pues bien, en Etiopía el afán es incluso anterior al de los cristianos europeos, pues un monje de la primera mitad del s. V de nombre Anniano, se pone a ello algo casi un siglo antes de que en occidente lo hiciera Dionisio. Lo que ocurre es que el monje Anniano establece que el nacimiento de Jesús se produce entre siete y ocho años después de lo que determina en Europa el rumano, con lo que, como vemos, el error respecto de la fecha que se ha de entender como histórica del nacimiento de Jesús, es incluso mayor que el cometido por nuestro monje doméstico, pues se separa de ella en bastante más de una década, frente a los exiguos cinco o seis años que lo hacen los cálculos del Exiguo.
 
            Mucho me gustaría poder decirles a Vds. cuales son los argumentos de los que se valió el buen Anniano para determinar tan tardía concepción y nacimiento de Jesús, pero mucho me temo que nos sean desconocidos, pues nada de la obra de Anniano ha llegado a nuestros días, y lo poco que de ella se conoce, es a través de las referencias que de la misma hacen otros autores, notablemente Jorge Syncellus, cronista del s. VIII muerto hacia el 810.
 
            Lo que sí les diré es que por si todo ello fuera poco, el calendario etíope es juliano, con lo cual va acumulando respecto del utilizado en occidente un nuevo desfase de tres días cada cuatro siglos. Y ni siquiera empiezan sus años en el 1 de enero sino en el 12 de septiembre. Pero esta es una cuestión que dejaremos para otra ocasión, porque, como verán, ni es baladí, ni menos aún, carece de interés.
 
 
 
 
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