Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Querer tener deseos de amarte, Señor

por Juan del Carmelo

          Podemos considerar esta glosa como un complemento de lo escrito en otra anterior. El título de esta glosa puede parecer una innecesaria redundancia pero no es así. Y para mejor entender porque no se trata de una redundancia eso de desear un deseo, hemos de tener en cuenta que en el orden material si podría tratarse de una redundancia, pero no así en el orden espiritual. En el orden material lo que deseamos son bienes pertenecientes a este orden que son susceptibles de posesión, pero en el orden espiritual lo que deseamos son bienes espirituales, cuya única generación y posesión, está solo en manos del Señor.

 

            El Señor, es el generador absoluto de toda clase de bienes, sean estos materiales, o espirituales, pero en los materiales el Señor, permite o se vale de la intervención humana para su generación, así tenemos que una casa o un coche indirectamente están generados por el Señor, que en su creación se ha valido de la intervención del hombre. En una empresa un puesto de trabajo lo crea directamente un gerente, pero ha sido el Señor el que ha permitido o deseado que se crease ese puesto de trabajo que es un bien material, en estos momentos de crisis es muy apreciado.

 

            Pero en relación a los bienes de carácter espiritual, es el Señor y solo Él, el que directamente o indirectamente sin valerse del ser humano, quien genera o crea el bien. Ningún ser humano terrestre o extra terrestre si es que existen, es capaz de crear o general los dones del Espíritu Santo: don de sabiduría, don de entendimiento, don de ciencia, don de consejo, don de piedad, don de fortaleza y don de temor de Dios. Y otros muchos bienes espirituales, como pueden ser por ejemplo el don de orar, el don de lenguas, el don de perseverancia…, etc., pero sobre todo los dones de fe, esperanza y el más fundamental el don del amor a Dios.

 

            Esta anterior distinción, tiene una trascendental importancia, en orden a los deseos de posesión de los bienes, sean materiales o espirituales. Para adquirir un bien material, nosotros, lo que hacemos es ofrecer a cambio algo, por ejemplo, si queremos poseer un coche le ofrecemos al fabricante dinero y hacemos un trueque, si se trata de obtener, un bien del orden material pero de carácter inmaterial, aunque no espiritual, como puede ser el obtener un puesto de trabajo, ofrecemos en truque para obtener el puesto, nuestro esfuerzo personal.

 

            Pero ¡ah!, cuando se trata de un bien espiritual, nosotros no podemos ofrecerle nada a cambio al Señor, entre otras simples razones, porque Él no necesita nada ni a nadie, somos nosotros los que le necesitamos a Él, y frente al Él, nosotros solo podemos ofrecerle nuestra pobreza total y nuestra absoluta  humildad, manifestándole el deseo de adquirir un determinado bien espiritual. Nosotros no podemos comprarle nada a Dios, lo único que podemos hacer es manifestarle nuestro deseo de que Él, si lo cree conveniente para nuestra salvación, nos facilite un determinado bien espiritual. Y si resulta que estamos tan apartados de Él, que ni siquiera somos capaces de pedirle deseos del algún bien espiritual, entonces tendremos que empezar por pedirle que nos dé, el deseo de tener deseos de su amor.

 

            En el punto anterior he escrito, que: el Señor facilite un determinado bien espiritual, si Él lo cree conveniente. Y puede ser que alguno piense que todos los bienes espirituales nos son convenientes para nuestra salvación, y ello no es así. Veamos.

 

            Dios tiene un maravilloso Plan salvífico universal, del cual todos formamos parte y somos cada uno de nosotros, una pieza especial e insustituible para el funcionamiento de este Plan y que se cumplan los objetivos del mismo. Para ello, nos creó Dios en su momento, con un especial cariño y dedicación, pues somos únicos antes sus ojos, ni antes ni después de habernos creado, volverá jamás a crear otra criatura tan especial como somos cada uno de nosotros. Y precisamente por carecer de deseos de poseer determinados bienes materiales, nosotros pecamos, y al ofender a Dios, deshacemos su maravilloso plan en la parte que nos afecta. Ahora bien, el Plan de Dios es completamente flexible y Él tiene entre otras muchas cualidades la de saber obtener bien del mal, que nosotros producimos.

 

            Para el desarrollo de esta especial función que Dios quiere que desarrollemos en esta vida, nos ha situado por nacimiento y otras circunstancias de la vida siempre deseadas o permitidas por Dios, en una   especial situación social, intelectual y material distinta y precisamente dentro de esta especial situación que tenemos en esta vida, es donde Dios quiere que desarrollemos la función a la que estamos llamados. Y para el desarrollo de esta función, de la gama de dones que Dios nos puede otorgar, unos nos son más necesarios que otros, así a un soberbio, le es más necesario el don de la humildad, que a una obediente y disciplinada persona, que todo lo acepta sin rechistar. Aunque es conveniente que tengamos presente que el don de humildad, en mayor o menor grado todos lo necesitamos, pues todo adolecemos de vicios y defectos y el padre de todo vicio, pecado o defecto humano tiene su raíz en la soberbia.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. LOS DESEOS HUMANOS. Isbn. 978-84-613-1629-8

-        Libro. RELACIONARSE CON DIOS. Isbn. 978-84-612-2058-8.

-        Deseos de amar a Dios. Glosa del 17-03-10

-        Que hacer para amarte, Señor. Glosa del 18-11-10

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