Jueves, 18 de abril de 2024

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De los 426 € que van a dejar de cobrar nuestros parados

por Luis Antequera

 
            En una nueva batería de medidas deslabazadas y repentinas, absolutamente contrarias al mensaje con el que ha tenido somatizados a los españoles durante más de dos años y que le sirvió para ganar las elecciones a pesar de no desconocer lo que se venía encima (y si lo desconocía, peor todavía), el Sr. Zapatero ha anunciado que elimina la ayuda de 426 euros para los parados de larga duración. Creo que no es el mejor lugar para dar el tijeretazo a los subsidios al desempleo, pero la medida debería tener, al menos, un efecto positivo, el de poner sobre la mesa un debate absolutamente necesario en la economía española: las consecuencias que los subsidios a parados, y otros semejantes como el PER, están teniendo en el mercado de trabajo español.
 
            Yo comprendo que una sociedad con 5 millones de parados, se dice pronto, no puede renunciar a auxiliar a tantas personas en situación de grave dificultad de encontrar trabajo, no digamos aquellas familias donde ninguno de sus miembros realiza un solo ingreso, familias que ascienden ya a varios cientos de miles. No se trata de eso, claro que no.
 
            Esto dicho, los subsidios al desempleo tienen sobre la economía un coste que merece la pena conocer y que no hay que desestimar.
 
            El primero, el que tiene para las arcas del Estado, por cierto, en España, depauperadas. La cantidad presupuestada este año para subsidios de desempleo, con toda probabilidad, muy superada, era, en número redondos, de 31.000 millones de
euros, casi un 9% del total del Presupuesto del Estado, la tercera parte de lo que paga el Estado a sus pensionistas. Más de un 3% del total del PIB. Para un Estado que maneja un déficit de dos dígitos, y que se endeuda a un ritmo de poco menos de un punto de PIB por mes y con un interés del 4% o más, háganse Vds. idea de la sangría.
 
            Pero el segundo, mucho más importante, el que representa como desincentivo al trabajo. Analicémoslo en sus dos vertientes.
 
            La primera, para quien paga el gravamen. Si el subsidio de paro lo tiene que dotar, como es normal, el que está trabajando, esto representa para él un aumento de la carga impositiva. El aumento de dicha carga hasta la fecha, se ha producido vía impuestos indirectos -dos puntos de IVA, impuestos especiales, hoy mismo se anuncia la subida del tabaco-, los menos visibles: no se reflejan en la nómina, una de las razones, por cierto, de haber recurrido a ellos. Pero pronto no habrá más remedio que hacerlo también vía impuestos directos, IRPF, y sus correspondientes retenciones, mucho más impopulares por lo que, justamente, tienen de visibles: el trabajador se percata de manera clara de que cobra menos. A menos nómina, -perogrullo en estado puro-, menos gratificante trabajar. Hasta llegar al caso paradigmático de tantos suecos, que trabajan seis o siete meses al año porque a partir del octavo todo lo que ganan es para el Estado.
 
            La segunda, para su beneficiario. Son muchas, demasiadas, las personas en España, y también en otros países europeos, que prefieren vivir sin pegar un palo al agua con los cuatro, diez o mil euros de una subvención, que trabajar para ganarse el pan de cada día. Un pequeño empresario con el que hablo a menudo, me cuenta que cada vez que abren un proceso de selección lo único que reciben son personas en el último mes de la prestación, alguno de los cuales, con una cara dura qu’echa p’atrás, le dicen: “Es que a mi se me acaba el paro, que si no, para rato iba a estar yo aquí...”. A uno al que le contaron el horario (un horario de lo más normalito, ¿eh? no se vayan Vds a creer que se trataba de guardar el almacén de madrugada), respondió que no le interesaba el trabajo porque... “¡¡¡con ese horario no puedo recoger a mi novia!!!” (¿De verdad tenía novia semejante vago?).
 
            El trabajo lo crean los empresarios, es verdad. Pero lo crean también los trabajadores: un trabajador que reclama un puesto de trabajo, es un trabajador que invita a crearlo. Pero es que además, un puesto de trabajo que sale al mercado de trabajo y que no es ocupado durante seis, ocho, diez meses, es un puesto de trabajo que durante esos meses han hecho fracasar con su desidia los trabajadores.
 
            Como digo al principio, me cuestiono si se ha empezado por donde conviene hacerlo, esto es, si la eliminación de la ayuda de los 426 euros a parados de larga duración era la primera medida a tomar para la necesaria reforma del sistema. Sí es, desde luego, la más rápida para un ZP a quien los que mandan en la economía española (que no es ni él ni la Sra. Salgado), le apremian a tomar medidas. Pero de lo que sí estoy convencido es de que la reforma del sistema es necesaria y pasa, al menos, por tres puntos: primero, implementar estrictos procedimientos de control para impedir que se beneficien de él personas que no hacen nada por salir de la situación en la que se hallan, retirando el subsidio a quienes rechacen ofertas de trabajo entre otras medidas; segundo, establecer como criterio a la hora de asignar el subsidio, el del número de personas a cargo y sin otros ingresos, tanto como el del nivel salarial del que se procede; tercero, el paulatino deslizamiento, con los debidos controles, de los subsidios en cuestión desde los parados hacia las empresas que creen empleo neto.
 
 
 
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