Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Atienden 25 poblados indígenas

Mónica y Zigor, matrimonio misionero: de La Rioja a la selva amazónica

Tienen dos hijos pequeños y cumplen ya dos años en Ecuador, entre los nativos quíchua y el pueblo petrolero Shell

OMPRess/ReL

Mónica Gómez y Zigor Gómez de Segura
Mónica Gómez y Zigor Gómez de Segura
El matrimonio riojano formado por Mónica Gómez y Zigor Gómez de Segura y sus dos hijos llevan dos años en la misión diocesana de Puyo, en la región de Pastaza, Ecuador.

Desde su ventana, Mónica divisa en días despejados el volcán Sangay y la silueta de Los Altares, una cadena montañosa con nevados, y huele a selva, mucha selva. Es una casita de dos plantas con una pequeña porción de terreno. Más o menos como todas las de Shell – sí, la petrolera a la que debe su origen este poblado de unos 6.000 moradores.
 
Ahí, rodeados de la exuberante jungla amazónica viven desde enero de 2008 la logroñesa Mónica Gómez (33 años) y su marido Zigor Gómez de Segura (35 años) y ahí han instalado su hogar con Santiago (4 años) al que luego se unió Yaku (13 meses). Está enclavado en la provincia de Pastaza (Ecuador) y es una de las dos misiones que sustenta la diócesis de Calahorra-La Calzada y Logroño.

“Soy maestra de educación musical y especial. Estaba en Asprodema. Mi marido es enólogo y trabajaba en una bodega”, explica Mónica. Hicieron las maletas y con un bebé de poco más de un año cruzaron el charco.

“Habíamos tenido experiencias cortas en Marruecos, Nicaragua, Chile y Bolivia pero queríamos algo más, dedicar unos años a la misión porque sentimos la llamada de Dios y así lo hicimos”. Zigor, de origen vitoriano, dedicó varios veranos entre los 18 y los 25 años, a colaborar en distintos centros misioneros de Nicaragua, Bolivia o Marruecos. Mónica estuvo en verano de 2002 colaborando ya en Pastaza. Antes participó en un campo de trabajo en Ceuta, dirigido por las Hermanas Blancas Misioneras de África. Ahora su labor se centra en las parroquias de Shell y Merá y en 25 comunidades indígenas, incrustadas en la selva.
 
La puerta de la selva

La diócesis de Puyo (en realidad, un Vicariato Apostólico) cuenta con unos 50.000 habitantes, de los que unos 13.000 son indígenas.
Shell (con 6.000 habitantes) y Merá (con 1.000) son poblaciones cosmopolitas con muchos habitantes inmigrados de otras zonas para trabajar en la petrolera. Shell tiene aeropuerto y es la entrada a la selva. También tiene bases del ejército que defienden las fronteras.
 
En Shell  vive y trabaja la comunidad religiosa "Misioneras de Jesús Hostia" formada por cuatro hermanas de nacionalidad mexicana y una ecuatoriana. En una zona donde el 90% de la población está bautizada católica, pero sólo el 40% es practicante. Abundan los misioneros evangélicos y los de otros grupos religiosos, y escasea el clero católico para llegar a todos los fieles. 

Merá fue fundada por los dominicos en 1904 con el fin de acoger a los colonos que bajaban de la sierra andina buscando tierras más fértiles para trabajar. En Shell y Merá se básicamente el español, mientras que los poblados indígenas de la selva combinan el español con el quíchua.
 
Escuelitas, pollos e invernaderos

En Shell y Merá, Mónica y Zigor se dedican sobre todo a apoyar las parroquias en catequesis y pastoral. En las aldeas de la selva, con los indígenas, los quíchuas, el matrimonio misionero se dedica a la catequesis en las ‘escuelitas’, promoción de la mujer, “la que más hace por la familia, con una media de seis hijos y la que menos cuenta”. Zigor, además, está inmerso en un proyecto de pollos e invernaderos “para enriquecer la alimentación de los niños que es a base de plátano, arroz, yuca y papa, que se producen en las chacras (huertas)”.
 
El objetivo es “vivir con la gente y ayudarla. Lo que más aprecian es que hayamos dejado todo para venir a estar con ellos”. Y tan volcados están que Yaku, su segundo hijo, nació allí y adoptó un nombre quíchua que quiere decir "agua, vida, alegría"
.
Los Gómez de Segura volverán a La Rioja en el verano del 2012, cumplido su sueño de cinco años en misiones.
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