Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

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De ZP y ese personaje de Astérix llamado la Cizaña

por Luis Antequera


            Me lo pone a huevo –disculpen la expresión, es maravillosa, y ni siquiera estoy tan seguro de que tenga las escatológicas connotaciones que aparenta, me pregunto el origen de la misma-... me lo pone a huevo, decía, mi buen amigo Luis Español en el comentario que deja en mi artículo de antier, cuando escribía: “ese será el legado de Zapatero: una sociedad dividida”.
 
            Se trata de una idea que hemos comentado muchas veces él y yo. Porque la crisis atroz que sufrimos pasará, ya lo verán Vds., que nada dura para siempre. Recuerdo lo difícil que era recordar a tantos amigos en los tiempos de bonanza, que si no hacíamos las cosas bien, sobrevendrían las vacas flacas. Indefectiblemente me respondían, poniéndoseles la boca gorda: “por favor, Luis, estamos en Europa...”, como si nunca lo hubiéramos estado, y ahora que lo hacíamos, hubiéramos sido elegidos por Dios para vivir en la opulencia, eximidos de tener que trabajar para no pasarlas mal. No menos me cuesta convencer hoy día a cuantos me rodean, les vaya bien o les vaya mal, -no digamos si encima les ha tocado cargar con lo peor-, de que volverá a salir el sol, porque de igual manera que Dios no nos eligió para ser ricos y sólo trabajando y con responsabilidad lo seríamos, tampoco ahora ha pronunciado el anatema sobre España, ni nos ha puesto en situación de la que no podamos salir si nos dejamos de tonterías y de discursos onanistas.
 
            Hay, -decía, que hoy me voy por las ramas- una cosa peor que la crisis y que, más allá de ella, será lo que quede como triste bagaje del largo, excesivamente largo, mandato de ZP. Y es la división. La división que ha creado el personaje en todo aquello sobre lo que ha puesto su beatífica mirada: castellanos contra vascos, valencianos contra catalanes; hombres contra mujeres y mujeres contra hombres; esposos contra esposas y esposas contra esposos; hijos contra padres y padres contra hijos; jóvenes contra viejos y viejos contra jóvenes; ricos contra pobres y pobres contra ricos; empresarios contra obreros y obreros contra empresarios; militares contra civiles y civiles contra militares; seglares contra sacerdotes y sacerdotes contra seglares; ateos contra creyentes y creyentes contra ateos; homosexuales contra heterosexuales y heterosexuales contra homosexuales; rojos contra fachas y fachas contra rojos... ¡¡¡fumadores contra no fumadores y no fumadores contra fumadores!!!... 

            Resultado, en definitiva, de una aplicación maximalista y totalizadora de la marxista lucha de clases, único atisbo de socialismo presente aún en el pesoísmo zapaterita, que otro no encontrarán Vds.. Y todo ello, en la idea sencilla y pueril, como todas las del Gran pensador de la Moncloa, de que mientras los españoles estén divididos, él gana elecciones (Pinche aquí para conocer la formulación del Teorema ZP de la tensión).
 
            Veo a Zapatero y no puedo evitar pensar en aquel personaje memorable digno de pasar a la historia de la literatura, llamado Detritus, más conocido por la Cizaña, creado por el autor de Astérix y Obélix, René Goscinny, y llevado al cómic por el gran dibujante Albert Uderzo. Un hombrecillo pequeño, feo y desaseado, desposeído de gracia alguna más allá de la de crear la división allí por donde pasaba sin necesidad ni de mover un músculo de la cara, el cual se presenta como el último recurso de Roma para, mediante el clásico recurso de sembrar la división, vencer a los indómitos galos liderados por Abraracurcix.

            Recuerdo esa viñeta magistral, digna de figurar en los anales del cómic –alguno de Vds. tal vez haya reparado en ella, como lo hice yo- en la que un incrédulo Julio César al que ya han hablado del personaje, le miraba desde el trono echándose la mano a la barbilla y asombrado cuando le veía llegar, todo ajado y esposado porque era preso del Imperio, y los dos centuriones que lo escoltaban venían dándose de tortas a causa de la cizaña sembrada por él en apenas unos minutos, los que habían tardado en sacarlo de la cárcel y llevarlo ante el Emperador. Y la sonrisa malévola que dedicaba él a César, como diciéndole “¿ves de lo que soy capaz?”.
 
            Tal es nuestro ZP. Y aún le quedan dos años, dos años que dedicará a lo que mejor sabe hacer: dividir a los españoles. Ya iremos averiguando cómo: no terminen de descartar una ley de culto y otra de objeción de conciencia. Y muchas ideítas del tipo de la de los apellidos de los niños. Sólo que esta vez, no le va a salir bien la jugada. Esta vez lo echamos. Y si no, al tiempo, ya lo verán Vds.. Luego quedará restablecer la armonía. Pero eso será harina de otro costal.
 
 
 
 
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