Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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De la desnudez de Cristo sobre la cruz en la iconografía cristiana

por Luis Antequera

  
            El crucifijo de la iglesia de Todos los santos de Florencia cuya restauración, de la que se ha hecho eco este mismo diario, acaba de terminar, y uno de cuyos frutos parece ser el de la definitiva atribución del mismo al gran Giotto, es una obra de una belleza excepcional que no podía ser sino de aquél a quien finalmente se ha terminado atribuyendo, el mejor pintor -así como fisonomista(1)- de su época, y aún de muchos siglos después.
 
            Pero la contemplación de la simpar crucifixión del Giotto, me lleva también a otra consideración de índole algo diferente. Trátase de la importante cuestión de la desnudez de Jesús cuando colgaba de la cruz. Una cuestión en la que el crucifijo de Todos los santos, detenidamente observado, toma también claro partido. Y dirá Vd: “por supuesto que sí, y lo hace a favor de que Jesús vistió un pudoroso paño de pureza que sirvió para cubrir sus partes más íntimas”, pues con tal paño de pureza es como aparece Jesús en la pintura que comentamos (primera figura arriba a la izquierda)

Fig. 1
 
            










         




            












 
           
            ¡Y a mí, amigo lector, que me parece todo lo contrario...! En el precioso crucifijo del que hablamos, el Giotto llega, en lo relativo al tema, tan lejos como llegaron los más audaces pintores de su época, muchos de los cuales cubrieron a Jesús con un amable paño, como el que pinta el Giotto, pero notoriamente transparente, y bajo el cual, sus partes más íntimas hacen algo más que insinuarse, como si el pintor quisiera expresar a los espectadores que aunque por respeto no lo represente en toda su crudeza, en modo alguno ignora la verdadera naturaleza del suplicio al que Jesús fue condenado, uno de cuyos aditamentos era precisamente el de la total desnudez del reo.
 
            El Giotto, -que, por cierto, no lo hace sólo en esta obra que comentamos sino también en otras, (ver figura arriba a la derecha)-, no es el único pintor que recurre al ardid del paño de pureza trasparente. Así, sólo a modo de ejemplo, lo hace también Andrea de Firenze en la crucifixión que pinta en 1370 (figura abajo a la izquierda), o Jacobello Alberegno en la que realiza en 1390 (figura abajo a la derecha), donde, por cierto, llega todo lo lejos que se puede llegar, incluso perfilando los órganos genitales.

            El del paño transparente no es el único ardid al que recurrieron los artistas para revelar su conocimiento sobre la desnudez que caracterizaba el suplicio de la cruz. Algunos de ellos usaron el no menos sutil de pintar desnudos a los ladrones que acompañaron a Jesús en la cruz, mientras a éste lo vestían con un paño. Tal es el caso de la crucifixión pintada por Martín Van Heemskerck en 1545 (ver debajo a la izquierda). Aunque también se dio el caso de lo contrario, es decir, de que el que apareciera prácticamente desnudo fuera Jesús, por contraposición a los ladrones, cuyas partes pudendas se ocultaban decorosamente cubiertas, quizás con la intención de realzar aún más el sacrificio de la cruz redentora. Tal es el caso de la magnífica crucifixión realizada por Jan Van Eyck en 1425 (debajo a la derecha). Nadie sin embargo tan explícito como un joven y osado Miguel Angel Buonarotti de apenas diecisiete años, quien en 1492, realiza un crucifijo de poco menos de metro y medio que puede Vd. contemplar en la iglesia del Sancto Spirito en Florencia, en el que aparece Jesús completamente desnudo sobre la cruz.


 
            Todo esto por lo que se refiere a la aportación de la iconografía al tema que nos ocupa, una aportación que, sin embargo, debería ser complementada con algunos datos literarios que contribuyan a clarificar la cuestión. Pues bien, amigo lector, tal es lo que me propongo hacer. Pero será ya mañana, de modo que si lo tiene Vd. a bien, será un placer volver a verle por aquí.
 


                (1) Invito a releer el artículo De los modelos de los que se sirvió el fabricante de la Sábana Santa  que, en relación con la Sábana Santa, me dio ocasión de establecer un comparativo de la técnica del Giotto con sus colegas contemporáneos.


 
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