Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

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El temor al futuro amarga la vida

por Juan del Carmelo

           No a todo el mundo pero si a una gran mayoría, el temor al futuro le amarga la vida. Y si no se la amarga, al menos se la agobia. Si, ahora podemos ser felices, naturalmente el que lo sea o el que sin serlo se considere que lo es, porque esto de la felicidad es un tanto relativo, pero: ¿quién me garantiza que esta felicidad que ahora tengo, la tendré siempre?, y la tendré hasta el último día que pase en este mundo. Si uno vive apartado del Señor de espaldas a Él, desde luego que la pregunta carece de respuesta, mejor dicho, si la tiene: Nadie.

 

            Desde luego que hay gente para todo, y los hay que ni siquiera se plantean la cuestión y viven al día, pensando nada más que en el presente: ¡A vivir que son tres días!, parece ser el lema de su vida, son las cigarras de la fábula. Pero en general, a todo el mundo este tema le preocupa, a los que viven agobiados por sus problemas y a los que no están tan agobiados. Se podría pensar de los agobiados, que a ellos no les preocupa este tema, dada su mala situación y sin embargo también les atenaza la incertidumbre del futuro, aunque solo sea por aquello que se dice, de que: No hay situación mala en el mundo, que no se susceptible de empeorar. Con respecto a los que no viven tan agobiados, porque miran a su alrededor y máxime en estos momentos de crisis económica, a medio tontos que sean, son conscientes de su situación de privilegio en la que se encuentran y tienen medio de que esta se les acabe. ¡Vamos que se les acabe el chollo!

 

            Nosotros queremos pasar la prueba de amor, a la que estamos aquí convocados en este mundo, con seguridad, porque asociamos la idea de seguridad con la felicidad. El deseo de vivir seguros nos atosiga y nos gasta una gran parte o casi todas nuestras energías. Deseamos tener seguridad, vivir seguros, no tener problemas, tener estabilidad económica y ello es, porque asociamos la seguridad a la felicidad. Llegamos a este mundo con la impronta, con la que nuestra Creador nos formó; con un anhelo de felicidad de ser plenamente felices. Pero la felicidad que anhelamos, son pocos los que saben, que esa plena felicidad con la que queremos vivir, no es la pobre felicidad que este mundo nos puede ofrecer, sino que es la felicidad de cuya existencia solo sabe que existe el que tiene fe. Aquí abajo pensamos que solo se puede ser feliz si se tiene seguridad, y esa seguridad solo la entendemos como una seguridad de orden material y en general nos lanzamos a buscar la seguridad material, es decir, al dios dinero, y así nos va. Y sin embargo, existe otra clase de seguridad, que nos puede proporcionar la plena felicidad, que ya en este mundo se puede llegar a obtener. Me refiero a la seguridad de orden espiritual.

 

            Antes de seguir más adelante quiero decir, que con fecha 14 de julio de este año 2010, publiqué en esta misma revista, una glosa dedicada el “Don de la seguridad”. Y en  ella decía: “El don de seguridad en Dios, es aquel que nos asegura que pase los que nos pase, sea esto bueno o sea malo, siempre estará impulsado si es un bien, o permitido si es un mal, por Nuestro Señor. Y como resulta que a Él solo le interesa nuestra eterna felicidad, tenemos que llegar a la conclusión de que todo lo que nos ocurre sea bueno o malo esta siempre orientado por Dios, para llevarnos a la eterna felicidad que Él desea para nosotros”.  

 

            El problema que tenemos, se ha agudizado mucho más en mundo en que vivimos. A ninguno de nosotros, nos gusta estar en la inseguridad ni en la precariedad, porque ello supone la dependencia y no queremos depender de nada ni de nadie. A nuestra soberbia innata, le repulsa el sometimiento o la dependencia. En este mundo en que Dios ha querido situarnos, la humildad brilla por su ausencia, nadie quiere obedecer, todos nos consideramos autosuficientes, y por un quítame allá esas pajas, inmediatamente estamos imaginando la forma de plantear reclamaciones para obtener dinero. Los tribunales  están saturados de reclamaciones, porque nadie cede de sus derechos, ni perdona para que haya paz. No hay nada más que ver, las lamentables declaraciones públicas, de los que son víctimas de un agravio: “Yo perdono, pero no olvido y en todo caso que se cumpla o se haga justicia con ejemplaridad”, esta declaraciones, más huelen a venganza que a perdón de corazón. Lo que muchas veces ocurre, por no decir casi todas, es el deseo de obtener dinero de las reclamaciones judiciales, para vivir más seguros. Y aún más se agudiza este problema, porque esta sociedad en la que vivimos, nos hace creer que somos lo que poseemos, lo que hacemos, o lo que la gente piensa de nosotros. Lo que se busca es constituir un sentimiento de seguridad, sobre la base de acumular egoístamente grandes riquezas, y de paso satisfacer el propio ego, al que estamos deseando montar en una plataforma de superioridad, desde la cual se pueda vivir con seguridad y dominio sobre los demás.

 

            El gran error se encuentra, en tratar de encontrar la felicidad en la seguridad materia, cuando esta hay que buscarla en la seguridad espiritual. Nuestra única seguridad, se encuentra en nuestra fe, y cuanto mayor sea nuestra fe, más seguros viviremos y por ende más felices seremos. Es la fe, en el poder del Señor y en su amor misericordioso, en su sabiduría y en su providencia, es la que nos dará la seguridad que anhelamos. Dios es siempre fiel, incluso hasta cuando parece que nos desposee de toda nuestra seguridad natural. Desgraciadamente que poco nos acordamos y no nos tomamos en serio el pasaje evangélico que dice: "Por eso os digo: No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?  Mirad como las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su estatura un solo codo?  Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo, como crecen; no se fatigan ni hilan. Pues yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Que comeremos, que beberemos o que vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán”. (Mt 6,25-34).

 

El autor polaco Slawomir Biela del movimiento de las familias de Nazaret, escribe diciendo: “¿Es posible que el hombre, ese ser que continuamente fabrica ilusiones que, al parecer, le permiten vivir, no llegue a encontrar nunca un apoyo verdadero? La fe nos enseña que solo Dios lo es. Por eso mientras el corazón del hombre no se apoye exclusivamente en Él, tiene que experimentar sufrimientos relacionados con el derrumbamiento de sus ilusiones y con la lucha por evitar los apoyos humanos. La meta de nuestra vida es permitir que Cristo se adueñe de nosotros y que se vuelva todo para nosotros”.

 

Si nosotros permitimos que Dios se apodere de nuestras vidas, que sea Él, el que tenga el timón de nuestro destino, hemos de renunciar a todo deseo humanos de seguridad material; Con Dios se vive al día,  El Señor no permite a los que a Él se entregan, acumular bienes para adquirir seguridad material, la felicidad que se busca en la seguridad material, será Él quien nos la de a manos llenas y no ya en el más allá sino también en el más acá. El Señor no le permitió a su pueblo vivir en la  seguridad. Durante los cuarenta años en el desierto del Sinaí, cada uno y cada día tenía que recoger su ración de maná, el alimento que el Señor les regalo. Día a día sin preocuparse del mañana, que también traerá su propio alimento”. “Cuando los israelitas vieron el maná, se decían unos a otros: “¿Qué es esto? Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: Este es el pan que Yahvéh os da por alimento. He aquí lo que manda Yahvéh: Que cada uno recoja cuanto necesite para comer, un gomor por cabeza, según el número de los miembros de vuestra familia; cada uno recogerá para la gente de su tienda. Así lo hicieron los israelitas; unos recogieron mucho y otros poco. Pero cuando lo midieron con el gomor, ni los que recogieron poco tenían de menos. Cada uno había recogido lo que necesitaba para su sustento. Moisés les dijo: Que nadie guarde nada para el día siguiente. Pero no obedecieron a Moisés, y algunos guardaron algo para el día siguiente; pero se llenó de gusanos y se pudrió; y Moisés se irritó contra ellos”. (Ex 16,15-20).

 

Dios quiere que confiemos en Él, que tengamos una fe inconmovible y aquel que esto tiene, vive feliz y seguro en esta vida, cualesquiera que sean las penalidades, goces o imprevistos que esta vida le proporcione, pues el muy bien sabe, que el que se ha entregado al Señor, nada le pasará que no sea para su propio bien, él goza de la única seguridad verdadera, que tenemos a nuestra disposición en este mundo. La seguridad espiritual.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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