Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

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De la Meditación.

por Juan del Carmelo

Meditar debidamente es contactar con Dios de una forma más perfecta que orando vocalmente. Y lo que es más importante, hay que tener en cuenta que la meditación es la antesala de la contemplación. Tanto la oración vocal como la meditación requiere nuestro esfuerzo y una actitud activa, a diferencia de la contemplación que es un regalo divino y que no requiere esfuerzo alguno por nuestra parte ni actitud activa sino todo lo contrario, una actitud totalmente pasiva y receptiva del regalo que estamos recibiendo.

 

La madre Santa Teresa de Jesús, en su libro “Castillo interior o las Moradas”, nos pone un ejemplo muy didáctico, al decirnos que orando vocalmente es como si tuviésemos que llenar un pilón y lo hiciésemos sacando el agua de un pozo a fuerza de echar el cubo al fondo y tirar de la cuerda de la garrucha. Meditando obtenemos el agua con menor esfuerzo, ya que equivale a obtener el agua por medio de “arcaduces y artificios” (son los antiguos términos castellanos que la santa emplea) que nos traen el agua de lejanos manantiales, y hemos de preocuparnos de controlar el sistema de traída de aguas. En el tercer procedimiento el referente a la oración contemplativa, uno no se esfuerza en nada, el agua mana de un pozo artesiano y ella sola llena el pilón. Para  Santa Teresa el agua que viene de arcaduces: “…a mi parecer son los contentos (consolaciones) que tengo dicho que se sacan con la meditación; porque los traemos con los pensamientos ayudándonos de las criaturas en la meditación; y cansando el entendimiento; y como viene en fin con nuestras diligencias, hace ruido cuando ha de haber algún henchimiento de provechos que hace en el alma, como queda dicho. A esta otra fuente (la del pozo artesiano) viene el agua de su mismo nacimiento que es Dios, y así como Su Majestad quiere, cuando se sirve hacer alguna merced sobrenatural. Produce esta una grandísima paz y quietud y suavidad, en lo muy interior de nosotros mismos” 

 

Por lo tanto, vemos claramente la importancia de la meditación como antesala de la meta a la que hemos de aspirar, que es la contemplación. Esta importancia se la reconoce el Catecismo de la Iglesia católica del que hemos recogido los parágrafos 2705 al 2708, en los que se nos dice:

 

"2705 La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente se hace con la ayuda de algún libro, que a los cristianos no les falta: las Sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, los escritos de los Padres espirituales, las obras de espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia, la página del "hoy" de Dios”.

"2706  Meditar lo que se lee conduce a apropiárselo confrontándolo consigo mismo. Aquí, se abre otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamientos a la realidad. Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para llegar a la Luz: "Señor, ¿qué quieres que haga?”.

 "2707  Los métodos de meditación son tan diversos como diversos son los maestros espirituales. Un cristiano debe querer meditar regularmente; si no, se parece a las tres primeras clases de terreno de la parábola del sembrador (Cf. Mc 4,4-7 y 1519). Pero un método no es más que un guía; lo importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús.”.

"2708 La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar "los misterios de Cristo", como en la "lectio divina" o en el Rosario. Esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con El”.

 

El tema de la meditación es muy amplio y las opiniones de los autores muchas veces incluso llegan a ser dispares. Esto es como consecuencia de los diferentes caminos que cada alma humana tiene para llegar a Dios. Para unos, como por ejemplo para el fundador de Comunión y liberación el sacerdote italiano Luigi Giussani, meditar: “Significa tomar conciencia de una verdad de forma que se despliegue ante tus ojos y puedas penetrar en ella, esto es, que no sea como un papel clavado en la pared, en la pared de tus ojos, es decir, en la pared de tu corazón, sino que sean palabras vivas en las que puedas adentrarte. Nosotros solo podemos penetrar en palabras vivas, en palabras que nos dicen los que viven con nosotros, los que participan en nuestra vida”. Para otros, como por ejemplo para Thomas Merton, teniendo presente el problema de las distracciones que todos sufrimos, este eremita nos dice que: “En realidad muchas distracciones desaparecerían si comprendiésemos que no tenemos siempre la obligación de ignorar los problemas cotidianos normales, cuando estamos haciendo oración. Por el contrario algunas veces estos problemas deberían de ser en realidad temas de meditación. Después de todo, tendríamos que meditar en nuestra vocación, en la respuesta que damos a la voluntad de Dios, en nuestra caridad para con los demás y en nuestra fidelidad a la gracia”.  

 

Más abierto y realista con las dificultades que tiene el alma humana para orar, Merton sostiene que la meditación no tiene necesariamente, tal como algunos piensan, que debe de culminar siempre con un estado emocional. Los sentimientos finales pueden ser secos, y sin embargo la oración ha producido frutos y no se ha perdido el tiempo como algunos piensan. “Nuestras meditaciones, continua escribiendo Merton, pueden ser habitualmente muy prosaicas o incluso un tanto aburridas, pero esto no importa si se acierta en que al meditar en lo profundo de la inteligencia y de la voluntad, que todo lo enfoquemos desde el punto de vista de las cosas de Dios, sin importar lo oscura que nuestra visión pueda ser”.

 

Porque realmente, lo importante en la oración, tal como la madre Teresa nos enseña, es que esta desarrolle el amor al Señor y cada uno de nosotros tenemos un distinto camino que recorrer en la expresión de nuestro amor al Señor. Por ello, tal como escribe el polaco, Slawomir Biela: “La parte principal de la meditación es la adoración a Dios: permanecer ante Él en actitud de adoración y meditar lo que Él quiere comunicarte, ya sea a través del texto que lees, o a través de tus experiencias interiores”.  En definitiva, se medite sobre temas más elevados o más prosaicos, lo que hagamos lo hemos de hacer por y para amar más al Señor, porque orar es amar a Dios.

 

Antes decíamos que la meditación es la antesala de la contemplación, pero es necesaria mucha meditación para alcanzar el don de la contemplación. No se tomo Zamora en una hora. San Francisco de Sales escribe diciendo: “El deseo del amor divino nos mueve a meditar, pero el amor conseguido nos hace contemplar, porque descubre suavidad tan agradable en la cosa amada que el espíritu no se sacia en su vista y consideración. En suma, la meditación es madre del amor, y la contemplación, su hija”.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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