Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Apuntes sobre el Maestre de Santiago Pelay Pérez Correa

Manuel López Fernández

El maestre Pelay Pérez Correa, como se hace llamar en los documentos castellanos, parece originario de Farelaes, un “couto” cercano a la portuguesa ciudad de Braga. Pertenecía a una familia nobiliaria de segunda fila y alejada de la corte, pero hizo méritos suficientes dentro de la Orden de Santiago para llegar a ser la máxima autoridad de esta institución.
 
No se sabe con exactitud cuando ingresó en la Orden, pero la primera referencia documental que de él tenemos es de 1228 y consta que en marzo de 1232 era el comendador de Alcácer do Sal, la encomienda mayor de los santiaguistas en el reino de Portugal. En este cargo ganó varias fortalezas a los moros y, como recompensa a su labor, el rey Sancho II le hizo numerosas donaciones territoriales.
 

Conventual de la Orden de Santiago. Uclés (Cuenca)
 
Con la aprobación de las coronas de Portugal y Castilla, en noviembre de 1241, el entonces maestre santiaguista Rodrigo Íñiguez lo traslada al frente de la encomienda mayor castellana, ubicada en Uclés (Cuenca); en la primavera siguiente gana los castillos de Chinchilla y Segura de la Sierra, alcanzando el maestrazgo de la Orden en noviembre de 1242, en un Capítulo General celebrado en León. Durante los años 1243 y 1244 ayuda al infante don Alfonso de Castilla en la conquista del reino de Murcia.
 
En 1245 va a Lyon (Francia) a entrevistarse con el papa Inocencio IV y después ayuda a Fernando III en la conquista de Jaén. Aquí aconseja al rey castellano poner cerco a Sevilla y se efectúan entonces, septiembre de 1246, las primeras incursiones sobre suelo sevillano. En la primavera siguiente se gana Carmona, Cantillana y Alcalá del Río; el maestre y su Orden reciben la encomienda de Reina, con su imponente fortaleza, y desde ella se hace cargo del flanco serrano del reino de Sevilla llegando a ganar poco después el castillo de Montemolín, encomienda que pasó definitivamente a manos santiaguistas al ser permutada por Cantillana.
 
Ya en el verano, al incorporarse el maestre al cerco sevillano, el rey le ordena defender la margen derecha del Guadalquivir; se hace con Gelves y participa en el sitio a Triana. Sus huestes se trasladaron luego al sector del Tamarguillo y, curiosamente, al poco tiempo la Primera Crónica General recoge la escasez de caballería santiaguista en el cerco de Sevilla. Lo más probable es que para facilitar la llegada de provisiones norteñas, a través de la Vía de la Plata, esa caballería se hubiera desplazado hasta sus posesiones situadas hoy en tierras extremeñas.


Retablo en Tentudía (Badajoz)

En este contexto histórico, ya en septiembre de 1248, se pudo dar la famosa batalla en la que ocurrió el hecho milagroso del que hablan las crónicas santiaguistas; hecho de armas que dio origen a la iglesia de Santa María de Tudía en lo alto de la sierra del mismo nombre (1.104 mts. de altitud), situada en el término municipal de Calera de León (Badajoz). Al poco tiempo cae Sevilla en manos castellanas y al hacer éstos su entrada en la ciudad, el 22 de diciembre de 1248, Pelay Pérez Correa encabeza la comitiva portando el estandarte de la Orden, el primero en ondear en los muros de la ciudad del Guadalquivir.
 
Del legendario milagro de Tudía se han hecho eco numerosos historiadores, entre los que podemos citar a los comendadores Pedro de Orozco y Juan de la Parra, en la primera historia que de la Orden de Santiago hoy se tiene, así como otros tratadistas de la talla de Francisco de Rades y Andrada en la Crónica de las tres órdenes, el padre Juan de Mariana en su Historia General de España, Ortíz de Zúñiga en los Anales Eclesiástico y Seculares de Sevilla…, incluso el dramaturgo Lope de Vega hizo una versión muy particular del hecho en su comedia El sol parado. Tanta importancia tuvo el hecho milagroso en el sigo XVII que el padre Juan de Pineda, cuando buscaba pruebas para la santidad de Fernando III, atribuyó el mérito de este milagro al rey castellano como se puede ver en su “Memorial de la excelente Santidad y Heroicas virtudes del Rey don Fernando”.
 
A la muerte de este rey continuó el maestre al servicio de Alfonso X de Castilla sin desatender sus relaciones con los de Portugal y Aragón; su disposición para intervenir en África le llevó a contactar con Enrique III de Inglaterra, al igual que con antelación había acordado con el emperador Balduino de Constantinopla su apoyo al Imperio Latino de Oriente, aunque ni la cruzada africana ni la ayuda al emperador se llevaron a la práctica por problemas de diversa índole.


Plaza Mayor de Salamanca

Pelay Pérez Correa fue el maestre que más engrandeció a la Orden de Santiago; no sólo destacó por su acciones militares, gracias a las que recibió numerosas donaciones reales en la Península, sino por su voluntad repobladora. En este sentido destaca por la concesión de numerosos fueros en Portugal –seis-, en Aragón -dos-, en Castilla -ocho-, y en el reino de León los de Usagre y Segura de León.
 
Se relacionó con los hombres de Estado y de Iglesia más destacados de su tiempo; conoció personalmente a los reyes Sancho II de Portugal y a Fernando III de Castilla, y más tarde a los sucesores de éstos, Alfonso III y Alfonso X; eso sin olvidar sus contactos con Jaime I de Aragón, quien cita al maestre varias veces en su Crónica. Entre lo hombres de Iglesia debemos destacar al arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, a numerosos obispos en el ámbito peninsular y a varios papas, entre los que citaremos a Inocencio IV y Gregorio X. Puede que también conociera personalmente a Urbano IV quien, en bula dada en Roma el 5 de abril de 1264, llegó a decir del Maestre que era “varón devotísimo, celoso de la honra y gloria de Dios y adornado de juicio, discreción y prudencia en todas sus obras y palabras”.
 
Ya con avanzada edad, el 8 de febrero de 1275, muere Pelay Pérez Correa en Montalbán (Teruel) cuando regresaba a Castilla después de entrevistarse con el papa Gregorio X en el concilio de Lyon y con Jaime I en Barcelona. Los restos mortales de este destacado maestre descansaban en la iglesia del Hospital santiaguista de Talavera de la Reina, pero a finales del año 1510 Fernando el Católico ordenó que fuesen trasladados a la iglesia de Santa María de Tudía; señal inequívoca de la vinculación del maestre con el templo.
 
Con motivo del séptimo centenario de su muerte, los pocos caballeros pertenecientes a las órdenes militares asistieron a los diversos actos que, en Badajoz y en Calera de León, organizaron instituciones culturales de la provincia para exaltar la memoria del glorioso paladín, conocido también como el Cid de la Baja Extremadura.

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