Jueves, 28 de marzo de 2024

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Antífona de comunión DP-VII / Juan 17,22

por Alfonso G. Nuño

 

Padre, ruego que sean uno; como nosotros somos uno (Juan 17,22). Aleluya.
Solemos usar la expresión "recibir la comunión" cuando nos referimos a comulgar el Cuerpo de Cristo. Los dones se reciben, de ahí que esto quede expresado en los gestos. Tanto cuando se comulga recibiendo en la lengua o en la palma de la mano, esto se pone de manifiesto, por ello no se coge directamente con los dedos, sino después de haber sido acogido el don en la palma de la mano.
 
Así se lo enseñaba San Cirilo de Jerusalén, en el s. IV, a los recién bautizados en una catequesis mistagógica:
Al acercarte no vayas con las palmas de las manos extendidas, ni con los dedos separados, sino haz con la mano izquierda un trono, puesto debajo de la derecha, como que está a punto de recibir al Rey; y recibe el cuerpo de Cristo en el hueco de la mano, diciendo amén. Después de santificar tus ojos al sentir el contacto del cuerpo santo, recíbelo seguro con cuidado de no perder nada del mismo.
Pero al recibir el Cuerpo no recibimos una cosa, se trata de un encuentro personal. Y, en ese encuentro con el Hijo de Dios, recibimos la comunión en su Cuerpo, en la que estamos por el bautismo. Ser uno, los unos con los otros, como miembros del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, nace del misterio pascual y se alimenta de él.
 
Este don de la comunión es un fruto de la oración de Jesús al Padre en la Última Cena, nace de ese diálogo amoroso entre el Padre y el Hijo. Y lo que viene del amor trinitario nos hace partícipes de esa vida: «Como nosotros somos uno». La comunión eucarística es una unión divina. La unión entre los miembros del Cuerpo de Cristo no es, por tanto, un esfuerzo humano, una conquista, un fenómeno sociológico,... Es don trinitario divinizador.
 
Esa unión, ese estar en el amor divino, es reciprocidad de amor crucificado: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34). La Eucaristía, memorial de la Pascua de Cristo, nos alimenta para ser y vivir pascualmente.
 
[El séptimo de los domingos del tiempo pascual no se celebra en España, sin embargo, pese a que la liturgia sea la de la Solemnidad de la Ascensión del Señor, me ha parecido, por la riqueza que suponen, comentar las antífonas de ese domingo. Las de la Ascensión las podéis encontrar comentadas una aquí y la otra acá]

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