Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

En Bogotá, el rapero «338 Bonilla» explica el poder de la «abrazoterapia»

Antes robaba y se drogaba y sus canciones hablaban de matar: ahora es profesor y canta para el Papa

José Luis Bonilla y su coro de Idiprom ante el Papa en la Nunciatura de Bogotá - foto de David Ramos, Aciprensa
José Luis Bonilla y su coro de Idiprom ante el Papa en la Nunciatura de Bogotá - foto de David Ramos, Aciprensa

ReL

José Luis Bonilla, un monitor y profesor

de jóvenes del centro Idipron (www.idipron.gov.co), ha recibido al Papa Francisco en la nunciatura de Bogotá con música rap y coros de ritmos fuertes (más sobre este encuentro aquí). A él siempre se le dio bien improvisar rimas y hacer rap, pero hace 16 años él lo hacía en las calles, metido en la delincuencia, en una banda que abría coches y robaba. “Me bebía y me fumaba toda la plata en un fin de semana”, recuerda. 

En esa época las letras de sus canciones hablaban de robar y matar. El salesiano Javier de Nicolò, ya fallecido, le animó a seguir cantando, "pero sobre otras cosas. Le copié y después me metí de lleno. Empecé a sanar lo que me hizo la calle, lo que me hizo la Policía”, ha explicado al diario El Espectador

Tú puedes ser grande, todo se puede hacer con amor”, le insistía el padre Nicoló. “El tratamiento con nosotros era el tratamiento del amor, de la ‘abrazoterapia’, de la cultura, del reencuentro familiar”, recuerda Bonilla.

Cantante de rap "gracias a Cristo, a Dios"
Ahora José Luis Bonilla, que usa el nombre artístico de “338 Bonilla”, se describe como “cantante de rap gracias a Cristo, a Dios, al Papa Francisco y a nuestro creador, Javier de Nicolò”. Explica a la agencia Aciprensa que salir de la calle y de la drogadicción, desintoxicarse, le costó, y que el inicio de su cambio de vida vino cuando el actual alcalde de Bogotá, que lo era también en esa época, desmontó la zona de delicuencia y droga conocida como "El Cartucho". 

El centro Idipron, que fundó el padre Nicolò y hoy dirige el padre Wilfredo Grajales cuenta con el apoyo del ayuntamiento y ayuda a muchos chicos de entre 8 y 28 años a alejarse de los ambientes de adicciones y criminalidad. 

“Ellos merecen una oportunidad, otra opción de vida. Que el Papa valore a los más vulnerados es una voz de esperanza y un primer paso para los muchachos que están en el filo de la calle”, explica el padre Grajales. 

Con la fe, el arte y el perdón, transformar las vidas
José Luis, ex-pandillero, ex-drogadicto, dice: “Hoy en día soy educador del IDIPRON. Soy ejemplo para estos chicos y trabajo con jóvenes que acaban de salir del operativo del Bronx”. “Mi labor en ellos es sacarlos por medio de lo urbano, la música, el rap, el break dance, el grafiti”, y acabar con el estigma de “que todos son bandoleros, que todos son viciosos”. “Con cultura se pueden cambiar corazones”, subraya.

“Danzamos con la música, contamos la historia de lo malo que nos pasó”, señala, pero la canción destaca la importancia de “la luz que nos dio esperanza” con el Papa Francisco, y “lo importante que hizo él con nosotros, con Colombia, de venir desde tan lejos a traernos un mensaje de esperanza”. Cuenta a Aciprensa que, para él, poder cantar y bailar con los chicos ante el Papa ha sido como "volver a nacer".

A los jóvenes atrapados en la adicción o el crimen les dice: "No permitas que el vicio destruya tu corazón, y mucho menos destruya tu familia. Dios está con nosotros, es hora de que tú des el primer paso”. Insiste: “No importa qué tan malos hayamos sido. El perdón se puede hacer. Lo único malo que nos va a aquedar son las cicatrices de una pandilla, porque el resto, el corazón nos lo sana Cristo, que es quien nos sana las heridas del alma”.

De los semáforos a la Nunciatura
Uno de los jóvenes del grupo de Bonilla, percusionista y circense, es Luis Rodríguez, de 26 años. Durante años hacía malabares en los semáforos y lo que ganaba lo gastaba en droga. "En la calle vi asesinatos, violaciones, robos y manipulación para que los niños vendieran y consumieran drogas”, explica a El Espectador. Un día, dos amigos punk lo llevaron al Idipron y allí, a través de las actividades artísticas, empezó a cambiar. 

Hace unos meses, cuando le dijo a su madre que iba a participar en la presentación en honor a Francisco en la Nunciatura, ella dijo con humor: “Uy, el diablo recibiendo al Papa…”. Pero es que Luis hace ya tiempo que dejó atrás al diablo.  
 

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