Viernes, 11 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Miguel Francisco Macías no quiere morir sin concluir su obra

Se enamoró de la Capilla Sixtina y decidió replicarla en su parroquia de México: 14 años pintando

A don Miguel Macías aún le quedan años de trabajo, pero no descansará hasta ver su sueño cumplido.
A don Miguel Macías aún le quedan años de trabajo, pero no descansará hasta ver su sueño cumplido.
No hay duda que en algún momento debe haber pensado tener todo listo para el viaje del Papa en febrero. Y que el ilustre huésped, después de visitar la Virgen de Guadalupe, hiciera uno de esos saltos suyos fuera de programa y bendijera los frescos que ya le resultan conocidos por el original. Pero no tendremos ninguna sorpresa, y para ver completa la réplica mexicana de la Capilla Sixtina habrá que seguir esperando. Miguel, como Buonarroti, pero de apellido Macías, calcula que todavía necesita tiempo para terminarla, después de los 14 años que le ha llevado llegar al punto en que hoy se encuentra.

Don Miguel Francisco Macías levanta la cabeza y evalúa el trabajo realizado. La cúpula es un mundo de color y refleja un esfuerzo obstinado y casi solitario. Afuera, en el bario Colonia Moctezuma de Ciudad de México donde se levanta el templo del Perpetuo Socorro, el bullicio del tráfico no hace sospechar lo que ocurre dentro de la iglesia. La actividad es intensa. Don Miguel Francisco Macías y sus ayudantes están trabajando en el Juicio Final. El original romano, el de Miguel Ángel, quedó grabado a fuego en la mente del Miguel mexicano cuando pudo contemplarlo un día del año 2000, el año que comenzó un nuevo milenio y el Papa Juan Pablo II celebró un Jubileo especial.



El semanario de la Arquidiócesis de Ciudad de México Desde la Fe en su último número cuenta la historia de Miguel Francisco Macías. Trabajó como cocinero para pagar los estudios en Diseño Gráfico que le permitieron vivir hasta su jubilación, en el año 2000. Tenía sesenta años y en ese momento se le presentó una tan deseada como inesperada oportunidad: viajar a Roma para acompañar a un amigo arquitecto. Le regalaban la mitad del pasaje y el resto pudo cubrirlo con sus ahorros y vendiendo algunas cosas. Su devoción de católico mexicano lo acompañó en la peregrinación por la Ciudad Eterna: la basílica vaticana, los museos, las tumbas de los papas, la Sixtina.

El impacto de la belleza y armonía de la Capilla lo dejó embelesado y quedó grabado en su mente. “El día que la visité”, recuerda con emoción, “me quedé contemplándola hasta que los guardias me obligaron a abandonar la sala”. En medio del torbellino de sentimientos comienza a tomar forma una comparación. “Me percaté de que las dimensiones del techo eran semejantes a las de mi parroquia, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”.



Miguel Macías realizó allí mismo una primera verificación. “Medí el ancho y el largo dando pasos por entre la gente”. Varias veces. Y surgió una idea audaz, que quedó grabada hasta que volvió a su país. Con las medidas escritas en una hoja de papel, Macías repitió el procedimiento de medir con pasos la iglesia de su barrio. “Todo coincidía, salvo la altura, porque la Capilla Sixtina tiene 20 metros de alto, mientras la de aquí solo 10, pero hasta la curvatura de la bóveda era similar”. Nuevos cálculos para comparar con las clásicas medidas del Juicio Final: 630 metros cuadrados de superficie, divididos en 14 módulos.



Miguel Macías descartó desde el principio la posibilidad de pintar boca arriba como el pintor italiano. Comprendió que su cuerpo no se lo permitiría. Decidió pintar sobre lienzos, con la técnica del acrílico, y colocarlos después en la cúpula como si fueran piezas de un gran mosaico. “Ese trabajo de colocación se hace sobre una plataforma y el lienzo se eleva con un sistema de ganchos y cuerdas”, una plataforma muy parecida a la que usaba el genio del Renacimiento, en la que sube las telas enrolladas para colocarlas. No han faltado accidentes y contratiempos, caídas, enfermedades, eventos que obligaron a suspender el trabajo y atrasos en el plan previsto, pero no lograron desalentarlo. En la lona que cubre el trabajo del día, el Miguel Ángel mexicano ha pegado un letrero: “No te rindas Miguelito”.

“Cuando se colocó el primer lienzo, allá como en el año 2002, vino el cardenal Rivera Carrera a darle la bendición a la obra”. En diferentes oportunidades a través de los años, mientras nuevas piezas se iban sumando para formar la versión mexicana de la obra de Miguel Ángel, se fueron sucediendo las visitas ilustres. De vez en cuando los medios también hacen acto de presencia para controlar los progresos de la reproducción de la más universal obra de arte: Tele Azteca, Televisa, los canales Once, 22 y 40. Las cámaras de CNN, Tele Mundo Miami y periodistas de España, Inglaterra y Alemania también centraron el foco hacia arriba e hicieron innumerables preguntas al infatigable artesano de belleza.



El sueño de Miguel Macías todavía no ha terminado y seguirá después que haya pasado la visita del Papa. Muy pronto cumplirá 70 años y espera poder concluirlo antes de morir. “Si Dios me da licencia, vida y salud, yo me encargo de lo demás”, dice aludiendo a los costos, que él mismo afronta con la ayuda de amigos. Una señora anciana –cuenta- le lleva 250 pesos mexicanos cada vez que cobra su pensión. Pero la mente del pintor no se aparta de la obra que ahora lo está esperando: el Juicio Universal.

Publicado en Tierras de América.

VIDEO RELACIONADO - Réplica mexicana de la Capilla Sixtina


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