Intentaron atropellarle con un camión: el régimen comunista le vigila a diario
Uriel Vallejos, párroco víctima de la represión de Daniel Ortega: «Nicaragua vive una tragedia»
El padre Uriel Vallejos sufre en primera persona la violencia del régimen comunista de Daniel Ortega contra el pueblo nicaragüense y contra la Iglesia. Tiene 43 años y es párroco de la Iglesia de la Divina Misericordia en Sébaco, en el departamento de Matagalpa, "epicentro de las masacres en el norte del país ordenadas directamente por Ortega, el 14 de mayo de 2018", según explica en Tempi. En aquella ocasión "se interpuso entre las balas disparadas por paramilitares vestidos de policía y su gente". Momentos trágicos con muchos muertos y mucha sangre en las calles.
El padre Uriel fue director de Cáritas en Nicaragua, chocando muchas veces con Rosario Murillo y Daniel Ortega, la pareja presidencial que gobierna Nicaragua de forma dictatorial. El casus belli era la liquidación de las donaciones que recibía la organización religiosa: "Perdimos 18 millones de dólares en productos y medicamentos que habían llegado al país. Ayudamos a los hospitales, pero robaron varios contenedores y quemaron otros con donaciones, fue una situación muy difícil".
Para explicar la tragedia de Nicaragua, el padre Uriel empieza por 2018, porque es desde entonces cuando su país "está desgarrado y hasta llevar una bandera nicaragüense es un grave delito aquí". La gota que colmó el vaso fue lo que Ortega hizo hace cuatro años con las ya exiguas pensiones de los ancianos, "robando" efectivamente el 5% de las mismas: "El pueblo se rebeló entonces y la lucha se extendió por todo el país. Pero inmediatamente el gobierno respondió con las armas y la represión del pueblo".
-¿Qué ha hecho la Iglesia católica?
-A través de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, la CEN, medió para que se abriera un diálogo entre el pueblo y el régimen, pero Ortega no se dio cuenta de que a quienes invitó a mediar eran sacerdotes que amaban a su pueblo y que los obispos son personas que saben lo que su pueblo anhela y ama.
-Ortega no escucha a nadie, pero los problemas del pueblo tienen raíces antiguas...
-Sí, ya hubo un estudio muy importante que los obispos le presentaron en 2014, donde invitaron al gobierno a la nunciatura para discutir los temas que ya agotaban a la sociedad nicaragüense en ese momento. "Si no hacéis nada", le dijimos a Ortega hace ya ocho años, "habrá una revuelta social". Pero Ortega no hizo caso. Los obispos habían profetizado que terminaría así.
-Tras el derramamiento de sangre de 2018, ¿qué ha pasado?
-El primer intento de diálogo fracasó porque Ortega no cumplió sus promesas. Luego, un segundo intento fracasó porque en ese momento el presidente solo quería dialogar con gente de su propio partido. Hasta entonces todavía no había represión contra la Iglesia, pero cuando Ortega vio que denunciábamos las violaciones de los derechos humanos y la represión paramilitar empezó a atacarnos con fuerza.
-¿Cómo, concretamente?
-Persiguiendo a muchos sacerdotes y obispos, empezando por el mío, monseñor Rolando Álvarez Lagos, monseñor Silvio Báez, que se fue al exilio, monseñor Abelardo Mata y monseñor Enrique Herrera Gutierrez, presidente de la conferencia episcopal nicaragüense. Pero sobre todo contra nosotros, los sacerdotes de aquí, porque estamos en el epicentro de la masacre. Los sacerdotes de la zona nos pusimos entre las balas y la gente, y a partir de ahí la represión se intensificó. Chantajes escritos, amenazas y la persecución de Ortega contra los sacerdotes y algunos obispos están a la orden del día. Intimidaciones, vigilancia de las homilías, grabaciones de los sermones... incluso han enviado a policías vestidos de civiles para ver quién viene a misa, qué dice el cura, una situación muy dolorosa en la que todavía estamos inmersos.
Una entrevista a Uriel Vallejos antes de la farsa electoral del régimen comunista del pasado 7 de noviembre, con la cual Daniel Ortega fue 'reelegido' tras encarcelar a los candidatos de la oposición.
-En Nicaragua se mencionan a menudo dos pandemias...
-Sí, la pandemia que representa el actual gobierno y la pandemia sanitaria, que ha aumentado dramáticamente el desempleo, la pobreza, la emigración. Muchos niños han abandonado Nicaragua con sus familias.
-Usted dirige el internado San Luis Gonzaga, con 619 alumnos. ¿Cómo están viviendo este momento?
-En 2019 el régimen detuvo a algunos de nuestros profesores. Es un desastre, un dolor muy fuerte. Los padres y las madres se han ido y muchos niños se han quedado en casa con sus abuelos, con sus tías, y familias enteras han emigrado a la fuerza porque están amenazadas. La situación es dura en el frente educativo, hay muchos obstáculos y a algunos profesores pagados por el Ministerio de Educación se les ha suspendido el sueldo. En el internado San Luis Gonzaga necesitamos ayuda, nuestra educación se basa en un proyecto, el de "constructores de una cultura de paz y desarrollo humano integral", que enseñamos a nuestros alumnos y también a sus padres.
-¿Cómo sufren la crisis del covid y cómo ayuda la Iglesia?
-Entre 2020 y 2022 ha sido muy duro porque aquí la vacuna solo ha estado disponible para muy pocas personas, mientras que del gobierno solo hay represión y muchas muertes. Algunos días conté 7 u 8 muertes solo en Sébaco. Mucha gente tuvo que emigrar para conseguir la vacuna y me organicé con mis feligreses para llevarlos a Honduras a vacunarse con Moderna. Más de 100.000 personas acudieron a vacunarse.
-Usted está constantemente amenazado por el régimen...
-Sí, durante meses, cuando estaba a cargo del centro de ancianos San Francisco de Asís intentaron atropellarme con un camión, gracias a Dios no lo consiguieron. Y aquí donde vivo, durante meses hubo cuatro patrullas con 75 paramilitares vestidos de policías. Además, cada vez que salgo, me siguen para saber a dónde voy. Siempre me siento bastante amenazado. Pero no tengo miedo, aunque probablemente estén grabando esta entrevista.
-¿Hay esperanza para el futuro de Nicaragua?
-Recientemente, a nivel del clero, hemos hecho un análisis y hay muchos problemas urgentes en el departamento de Matagalpa. En primer lugar está el tráfico de personas, la migración forzada, la explotación minera, la contaminación y la sequía provocadas por la extracción de oro. Gente desconocida que ha venido aquí y se ha hecho rica de la noche a la mañana, también porque el narcotráfico es muy fuerte en todo el país, pero especialmente aquí. Nuestra esperanza hoy es que la Organización de Estados Americanos intervenga, aunque no se haya pronunciado con mucha firmeza recientemente. Mi pueblo está sufriendo, y la Iglesia con él.
-¿Cuánto tiempo cree que puede aguantar?
-Mi idea y lo que me dice mi corazón es resistir aquí todo lo que pueda. Ya no salgo mucho, estoy recluido en mi casa curial, celebro misa y me quedo en casa, mi familia me visita, pero tengo pocas relaciones sociales por seguridad. Tuve que cambiar de coche, cuando salgo utilizo los coches de otras personas debido a la persecución, las amenazas y el asedio contra mi persona. Soy muy amigo del padre Edwin Román, que emigró a Estados Unidos el año pasado, y que me dice todos los días "deberías irte del país, sería mejor". Pero por ahora me quedo. Y obedezco a mi obispo que nos visitó ayer. Había mucha gente y mucho dolor, porque la emigración es masiva. Tengo nueve parroquias y diez comunidades, de una de ellas salieron 87 personas y conozco todos los casos. Hoy Nicaragua vive una tragedia y el mundo debe ayudarnos.
Traducción de Verbum Caro. Publicado en Tempi.