Viernes, 01 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

40 sacerdotes brasileños se han suicidado en los últimos siete años: un compañero suyo lo explica

Lício de Araujo Vale.
Lício de Araujo Vale tardó treinta años en superar el suicidio de su padre, y se formó profesionalmente en ese área para trabajar en la prevención.

Jesús M.C.

La edición en portugués de Vatican News publicó recientemente los inquietantes datos de un estudio realizado por Lício de Araújo Vale, sacerdote de la diócesis de São Miguel Paulista, en Brasil. 

"Aun siendo la fe una aliada esencial para dar sentido a la vida, y siendo los sacerdotes un elemento fundamental para la vivencia de la fe, algo ha sucedido que merma la fuerza de la creencia y de la vocación", comienza diciendo el padre Lício.

Y lanza los datos: "He hecho el registro de los suicidios notificados de sacerdotes en Brasil. Mi investigación comienza con la muerte de don Bonifacio Buzzi, de 57 años, en Três Corações (Minas Gerais) el 7 de agosto de 2016, y termina con la muerte de don Mario Castro, de 55 años, en la diócesis y estado de Roraima, el 19 de junio de 2023. De agosto de 2016 a junio de 2023, cuarenta sacerdotes se suicidaron en Brasil".

Experto y víctima

El padre Lício, de 65 años, es alguien para hablar de esta cuestión. Filósofo por la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, se especializó en Suicidio y Automutilación en la Universidad Paranaense y en Prevención del Suicidio por la Universidad Santa Catalina. Ha escrito varios libros al respecto y es muy reclamado como conferenciante.

Porque tiene, además, una historia personal que aportar, que está detrás de su interés por la psicología y la sociología del suicidio: su padre se quitó la vida cuando él tenía 13 años. Estuvo treinta años acudiendo al psicoanalista "para elaborar el estrago emocional" que ese hecho dejó en él.

En esta presentación de su libro 'Y fueron abandonados', el padre Lício afirma que el suicidio es una epidemia "silenciosa y silenciada". No se habla de ello porque "no nos gusta hablar de la muerte", y porque las familias no quieren remover la herida. Pero cree que es "imprescindible" hablar de ello, porque 9 de cada 10 suicidios podrían prevenirse. Sin "información cualificada" no se puede prevenir nada, por eso es "fundamental" conocer el asunto y hablar de él. Dice que su obra no es técnica, sino "el libro de un sacerdote católico para un público católico común al que quiere dar información sobre el tema, en la perspectiva de prevenirlo".

"El suicidio es un fenómeno complejo y multifactorial", afirma en el artículo: "En el caso de los sacerdotes, varios estudios apuntan que los principales factores de riesgo son el estrés, la soledad y la sobrecarga de exigencias". Se enfrentan al desafío de actuar en un sociedad "cada vez más individualista, secularizada y basada en el espectáculo, con grandes exigencias deducidas de los cambios sociales y la pluralidad de valores".

Esto influye de manera determinante sobre la vida de los religiosos, porque la evolución de la sociedad postmoderna "ha cambiado la imagen que las personas tienen de la Iglesia".

Imagen teológica e imagen sociológica

El padre Lício propone a la reflexión de los lectores, y en particular de los sacerdotes, una causa que puede contribuir a su malestar, que es la disyuntiva entre la imagen teológica y la imagen sociológica del presbítero.

La imagen teológica es la que proyecta el sacerdote cuando celebra los sacramentos o los sacramentales y cuando se relaciona con sus colaboradores más próximos.

La imagen sociológica es la que le atribuye la sociedad, en numerosas ocasiones distinta de la que el sacerdote tiene de sí mismo, "lo que puede causar estrés, soledad y abatimiento".

La contradicción entre estas dos imágenes puede llevar al sacerdote a moverse en una ambivalencia entre ambas o sobrevalorar una en detrimento de la otra. Lo aconsejable, frente a ambos riesgos, es "no huir de la realidad" hasta el punto de "refugiarse en la imagen teológica del presbítero" y "distanciarse de su humanidad", pero también "vivir coherentemente la dimensión teológica del sacerdocio, tan cuestionada por la realidad social en todos sus aspectos".

Ojos y oídos atentos

Para "ser sacerdote", antes hay que "ser persona", subraya el padre Lício como clave del equilibrio. Porque evadirse de cualquiera de esas dos realidades "puede resultar en una personalidad fragmentada, incluso con la aparición de trastornos psíquicos".

En ese sentido, "adaptarse al tiempo presente mediante el servicio fiel y eficaz a la llamada del Evangelio exige ojos y oídos atentos a los signos de los tiempos y habilidad para atender a los corazones sedientos en esta época de cambios y para cuidar de uno mismo".

A lo que se añade "una mejor formación inicial en los seminarios y noviciados, trabajando más eficazmente la dimensión humano-afectiva". También es necesario prescindir de miedos y prejuicios en relación a la salud mental de los sacerdotes.

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