Algunas lecciones del embrollo griego

Del inmenso embrollo que sufren los griegos, se desprenden ciertas enseñanzas, alguna de las cuales no estaría de más que todos tuviéramos en cuenta, en particular nuestros pastores y dirigentes de entidades cristianas para no columpiarnos más de la cuenta.

La situación griega es mucho más complicada de lo que dicen las crónicas de urgencia de los medios informativos, porque al tema económico en sí, que ya tiene bemoles, se suma una cuestión geopolítica que pasa inadvertida pero que está en el fondo de todo el problema.

Grecia ha venido siendo, desde la Segunda Guerra Mundial, la avanzadilla o primer parapeto de contención de los ataques contra el Occidente democrático, con una guerra de por medio en suelo heleno de casi diez años de duración. Inicialmente contra la ocupación nazi-fascista o germano-italiana. Posteriormente contra los partisanos comunistas, comienzo de la guerra fría. Ahora ante la gran amenaza islamista que tiene al Oriente Próximo en llamas.

Esta cuestión, de la que casi nadie habla, complica grandemente las salidas razonables del inmenso enredo económico de aquel país. Y esta cuestión es la que explica las presiones de Obama para que los europeos no aprieten demasiado las tuercas a los gobernantes helenos, sino que les sigan dando “facilidades”.

Los griegos son un pueblo viejo, muy viejo, de casi tres mil años de existencia, cuna de la civilización que ha configurado el mundo moderno a escala planetaria, y que ha visto y sufrido todas las guerras y avatares que han azotado a Europa. Y como perros viejos, valga la expresión, se saben todas las argucias para salir airosos de las situaciones más apuradas.

Plenamente conscientes de su decisiva situación estratégica, tratan de sacarle provecho, viviendo de prestado desde hace muchos años por encima de sus recursos económicos y su desbarajuste y despilfarro político-administrativo. Pero el dinero prestado y gastado alegremente tiene un pequeño inconveniente: que, llegado el vencimiento, hay que devolverlo -primera lección-. Y ahí viene el llanto y el crujir de dientes. (Una situación así ya la vivió Iberoamérica con la famosa “deuda externa”, que muchos eclesiásticos pedían lisa y llanamente que se la perdonaran, como si los prestamistas fueran hermanitas de la Caridad y tuvieran la obligación de perder el dinero prestado, por lo que se vio, a más de un golfo de manos largas).

Entonces surgieron en Grecia los demagogos marxistas de Syriza, prometiendo que iban a solucionar de raíz los pagos que reclamaban los acreedores, sabiendo de sobra que no iban a poder cumplir sus falsas promesas. La demagogia -nueva lección- nunca arregla nada; al contrario, lo envenena y empeora todo. Ahí tenemos, además de Grecia, el caso de Venezuela, y el de Argentina, y el de Cuba... Así le pasará a más de un ayuntamiento y autonomía españoles donde los podemitas han logrado alzarse con el santo y la limosna.

Llegados a este punto, hay que preguntarse: ¿los obispos españoles no recurren a la demagogia cuando manifiestan su opción preferente por los pobres como predicaban los falsos teólogos de la liberación? ¿Es que el resto de los feligreses no somos hijos de Dios ni merecemos atención pastoral? En todo caso, ¿qué quieren decir los obispos con eso de la “opción preferente por los pobres”, aparte de hacer un brindis al sol o quedar bien de cara a la galería? ¿Qué quieren hacer para que los pobres dejen de serlo o superen el estado de pobreza? ¿Les van a dar trabajo productivo a todos? ¿En qué actividades concretas? ¿O se van a limitar a decir que “otros” den trabajo a los parados? ¿Con qué dinero? ¿Con más impuestos y más intervención del Estado? ¿Quizás no estamos agobiados y oprimidos por el Estado métomentodo?

Señores obispos: ¿cuándo dejarán de hacer demagogia y estatalismo socialdemócrata, tan común a todos los partidos políticos españoles, ¡todos!, y defenderán más las libertades personales y el espíritu emprendedor de los individuos, único motor efectivo contra la pobreza? Gracias a ello la pobreza retrocede a grandes zancadas en áreas cada vez más extensas del planeta.