Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

Adopción, aborto y un mensaje de esperanza


Incluso en las mejores circunstancias la adopción siempre representa una alteración del orden natural. Antes de "elige la adopción" deberíamos empezar con "puedes conseguirlo, ¡nosotros te ayudaremos!". Tenemos que creerlo y hacerlo.

por J.D. Flynn

Opinión

El sábado por la mañana, mi esposa y yo llevamos a nuestros hijos a rezar delante de una clínica Planned Parenthood situada cerca de nuestra casa, en Nebraska. Aproximadamente unas 700 personas se unieron a nosotros, rezando de rodillas, cantando himnos de alabanza y mostrando carteles provida para que los coches que pasaban por allí pudieran verlos.

Entre los carteles, observé que había varios que llevaban escrito: Adopción, una elección de amor y Elige la adopción, no el aborto. A lo largo de los años he observado que la adopción es con frecuencia la primera de las opciones que se mencionan cuando se promueven alternativas al aborto. Las palabras "elige la adopción" se reiteran como fórmula estándar en los eslóganes provida.

Mis hijos son adoptados. La adopción ha sido una fuente de gracia para mi matrimonio, mis hijos y, espero, para sus padres biológicos. Y apoyo totalmente a las personas que rezan ante las clínicas abortivas, pues estoy activamente comprometido con la causa provida desde hace quince años. Pero me gustaría hacer algunas sugerencias sobre el lenguaje y los carteles del movimiento provida que utilizan la expresión "adopción primero".

La altruista valentía de las familias biológicas de mis hijos está grabada de manera indeleble en mi mente. Ambas familias se enfrentaban a circunstancias difíciles; ambas reflexionaron con prudencia y seriedad; ambas tomaron decisiones dolorosas por el bien de sus amados hijos recién nacidos. En su libertad, tenían una capacidad de amor que yo sólo puedo imitar. Su valor es igual al de otros padres biológicos que he conocido.

La adopción es a menudo la opción más generosa para que los hijos tengan lo que sus progenitores no tienen, a saber: los recursos económicos, emocionales o personales necesarios para un compromiso como padres que dura toda la vida.

Pero incluso en las mejores circunstancias la adopción siempre representa una alteración del orden natural. La doctrina social de la Iglesia subraya tanto el derecho natural de los hijos a tener padres, como el sobrenatural privilegio de los padres de compartir el amor procreador de Dios Padre. Es verdad que el amor de Dios es expiatorio y que el amor expresado por los padres biológicos refleja ese amor. Pero cuando el Señor concede el don de la vida crea familias según el modelo de la Trinidad.

La adopción lacera los derechos paternos naturales y es una desviación de ese modelo. Independientemente de la situación, incluso cuando es la mejor opción siempre hay un elemento de trágica tristeza cuando un vínculo familiar se rompe. Mi propia familia, soy consciente de ello, nació por las circunstancias difíciles de otros padres. Mi esposa y yo deseamos más hijos pero, si somos honestos, esperamos también que la adopción sea, sencillamente, mucho menos necesaria.

El mensaje "adopción primero" del movimiento provida parece reproducir de alguna manera el mensaje de los defensores del aborto: que el bebé es el problema y que despojarse del problema es lo que arreglará las cosas. Pero el niño es un don. Y el mensaje de la comunidad cristiana debería ser que en Cristo, y a través de sus discípulos, el don debe acogerse con confianza.

La adopción nunca es una decisión fácil. Separar una familia es muy doloroso y aunque detrás de esta decisión haya una buena intención, la expresión "adopción primero" del movimiento provida parece displicente e irrespetuosa hacia quienes tienen que tomar una decisión de esta magnitud. Y sugerir la adopción como la primera opción a una mujer en crisis implica que le estamos diciendo que tiene pocas esperanzas de cumplir la profunda vocación hacia la que ha sido llamada, cuando en realidad lo que tendría que hacer el movimiento provida es asistirla e inculcarle valor. El mensaje del Evangelio es que Cristo hace posible lo imposible y la caridad cristiana está, o debería estar, entre los medios misericordiosos que llevan a cumplimiento esta posibilidad.

Antes de "elige la adopción" deberíamos empezar con "puedes conseguirlo, ¡nosotros te ayudaremos!". Tenemos que creerlo y hacerlo.

No hay duda de que los centros para embarazos en crisis y otros apostolados hacen esfuerzos loables para ayudar a las mujeres a llevar a cumplimiento su vocación de ser madres. Pero los defensores provida deben preguntarse qué más pueden hacer para que las madres y los padres en crisis puedan criar a sus hijos.

Desgraciadamente, nuestra visión de la adopción puede ser distorsionada por nuestra cultura de consumo. Por pura generosidad, muchas familias están dispuestas a gastar enormes sumas de dinero para adoptar a un niño. Pero en justicia deberíamos preguntarnos si la misma suma de dinero no debería dedicarse para proteger a la familia natural del niño y si estamos dispuestos a ofrecerla.

Ciertamente, la adopción a veces es realmente la mejor opción. Cuando los padres deciden esto, debemos apoyarlos. Pero deberíamos empezar nuestro generoso apoyo trabajando para proteger a la familia natural a través de la solidaridad y la caridad, pues ambas combaten la división y el aislamiento propios de la cultura de la muerte.

Hace ya tiempo que unos amigos nuestros desean adoptar un niño que necesite un hogar. Hace unos meses recibieron una llamada de una mujer joven embarazada, pobre y que deseaba ir a la universidad. Estaba convencida de que no estaba preparada para tener un hijo. Hablaron sobre programas y recursos que podrían ser de ayuda, sobre la posibilidad de que se quedara con ellos un par de meses y, sobre todo, sobre su fortaleza para acoger el don de la vida enviado por el Señor. "No lo entiendo", les dijo. "¿Es que no queréis a mi bebé?".

Nuestros amigos querían un bebé. Pero el Señor había elegido una madre para ese bebé y un hijo para esa mujer: no hay amor más grande, descubrieron nuestros amigos, que ayudar a un progenitor a acoger el don de la vida que le envía el Padre.

Artículo publicado en First Things.
Traducción de Helena Faccia Serrano.

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