Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Admiro a los abortistas


El gran favor que nos ha hecho el Gobierno ha sido que ha vuelto a reabrir el debate sobre el aborto

por Pedro Trevijano

Opinión

 En lo que voy a decir a continuación debo aclarar que no voy a hablar de las dos grandes víctimas del aborto: los niños asesinados en el seno materno y sus madres, víctimas en muchas ocasiones de una serie de circunstancias y engaños que les lleva a tomar una decisión irreflexiva de la que se van a lamentar toda su vida y ante la cual ojalá sepan reaccionar como lo hizo san Pedro: arrepintiéndose y poniendo su confianza en el Señor y no como lo hizo Judas, que se dejó llevar por la desesperación y no creyó en el perdón.
 
Lo que me asombra de los abortistas es su sentido de la actualidad. Decirnos, como nos están diciendo Leire Pajín, Fernández de la Vega, Bibiana Aído, el portavoz del PSOE en el Congreso y muchos otros, que se hace la ley para que ninguna mujer que aborte vaya a la cárcel, indica su profundo interés por los problemas actuales, como lo muestra el hecho que en los años de democracia y tengo entendido que desde unos cuantos años antes, ninguna mujer que ha abortado ha ido a la cárcel, es decir mucho antes que se aprobase la ley del aborto, lo que evidentemente hace que esta ley sea algo urgente y necesario. Es cierto que yo he oído a algunos mal pensados que la ley corre prisa porque se trata de asegurar la impunidad jurídica de los centros abortistas, no vaya a ser que les pase como al doctor Morín que le sorprendan incumpliendo todas las normas legales y les metan en la cárcel.
 
Me llama igualmente la atención el profundo apego a la verdad de los defensores del aborto. Cincuenta mil manifestantes el sábado, cifra dada por una agencia amiga del gobierno, es una cifra muy verosímil teniendo en cuenta que de fuera, es decir no de Madrid y alrededores, no sé cuantos autobuses fueron, pero la cifra más baja que me han dado han sido seiscientos, lo que supone treinta mil personas sin contar los de los trenes y coches particulares que hicieron el viaje a Madrid. En consecuencia de Madrid no fue literalmente nadie. ¿Tendrán razón?
 
Lo que también me impresiona de los abortistas es su valor y su fe en la no existencia de Dios. Cuando Jesucristo en el evangelio de san Mateo proclama: «Al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le arrojasen al fondo del mar» (18,6), y en el episodio del juicio final afirma sobre aquéllos que no han practicado la misericordia con los otros: «En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irán al castigo eterno» (25,45-46), me parecen amenazas muy serias, teniendo además en cuenta que tanto el escándalo, en su aspecto de pederastia, como de esa enseñanza sexual que trata de inculcar a nuestros jóvenes que pueden acostarse cuando quieran, aunque estén todavía lejos de ser mayores de edad, así como el no ayudar al necesitado son, siendo muy importantes, menos graves que el matar a seres humanos. Hay en el libro de la Sabiduría, el último libro del Antiguo Testamento, dos frases que me han impactado: «El justo muerto condena a los impíos vivos, y la juventud pronto acabada condena los muchos años del impío»(4,16) y «verán llenos de espanto sus pecados, y sus crímenes se levantarán contra ellos, acusándoles» (4,20).  
 
Si encima pensamos que es indiscutible que todos vamos a morir y que desde luego no se puede tener la evidencia de la no existencia de Dios, ya que es imposible demostrarla, a mí lo único que me parece indiscutible son las agallas de aquéllos que sin absoluta certeza, y pudiéndonos morir en cualquier momento, como nos advierten repetidas veces los evangelios, se atreven a presentarse ante un Dios que posiblemente existe y que si existe nos advierte en el Nuevo Testamento: «No os engañéis; de Dios nadie se burla» (Gal 6,7), llevando sobre su conciencia el abominable crimen del aborto, según la frase del Concilio Vaticano II.
 
Pero debo también advertir que los que fuimos a la manifestación no nos manifestamos sólo contra la ley del aborto que nos quieren meter nuestros gobernantes, sino también simplemente contra el aborto. Estoy de acuerdo con Juan Manuel de Prada, que tras oír las declaraciones de la Cospedal a favor de la actual ley del aborto, expresó su convencimiento que gente así sobraba en la manifestación y es que el gran éxito de la manifestación es que los españoles nos volvamos a plantear si no sobra en nuestra legislación una Ley, de la que se ha visto por sus efectos, que favorece el crimen. El gran favor que nos ha hecho el Gobierno, ha sido que ha vuelto a reabrir el debate sobre el aborto.
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