Sábado, 20 de abril de 2024

Religión en Libertad

A los Cuatro Vientos


Como los discípulos después de la Resurrección, ante la amenaza de los que querían callarles, también nosotros decimos que no podemos dejar de contar a todos "lo que hemos visto y oído". Tenemos que pregonarlo A LOS CUATRO VIENTOS.

por Gonzalo Mazarrasa

Opinión

La JMJ 2011 ha pasado con el mes de agosto y me siento a recordar algo de la misma. Inmediatamente me viene a la mente la imagen de la Vigilia en Cuatro Vientos. Ese nombre no lo pusieron por casualidad, sino por la noche del 20 al 21 de agosto de 2011, cuando dos millones de jóvenes de dieron cita con el Papa Benedicto XVI sobre las pistas de aterrizaje del aeropuerto.

Fue el día más caluroso del verano: 38º a la sombra y 45º al sol. Pero a ninguno se le ocurrió combatir el calor con el alcohol: no hubo ni un solo caso de intoxicación etílica. El Samur no podía dar crédito a lo que veía.

Pero llegó la noche y con ella la Vigilia. Cuando se proclamaba el Evangelio se desató la tormenta. La Palabra del Señor proclamada apenas podía entenderse. Y luego Benedicto XVI tomó la palabra, pero el viento la acalló. A mí me vino el recuerdo de la tempestad en el lago, con Jesús en la barca de Pedro y los discípulos angustiados: “¡Señor, sálvanos que nos hundimos!”.

Yo, desde la C4, veía una grúa-torre oscilando peligrosamente en la dirección del viento, con sus ocupantes en lo alto corriendo peligro evidente, así como los que estaban debajo, y sentí miedo. La fuerza del viento me daba miedo, y miraba las pantallas con los monseñores yendo y viniendo con los paraguas blancos sobre la figura calma del anciano Papa. Me imaginaba que le estarían pidiendo una retirada preventiva, por lo que pudiera pasar.

Pero el Papa no se fue. Y todos nos dimos cuenta, en especial los jóvenes que, como los de Emaús, parece que querían decirle con sus gritos y cantos improvisados: “¡Quédate con nosotros, que la noche está cayendo!” Y no solo la noche: ¡ojo la que estaba cayendo!
De pronto la tempestad me recordó la persecución habida con motivo de la Jornada Mundial, en España y fuera. Y la persecución contra la Iglesia Católica en general.
El estrado con el árbol prefabricado –la encina de Mambré- era de nuevo como la barca de Pedro en la tempestad. Y nosotros éramos la red con la pesca milagrosa. Algo así se me ocurrió en la JMJ de París en 1997, cuando Juan Pablo II y los obispos presidían a 1.200.000 jóvenes en el hipódromo de Longchamps (¿se llamaba así?).

Pedro, en el lago, había dicho en otra ocasión al Señor: “¡apártate de mí, que soy un pecador!” Y El le dijo: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.
También dijo a sus discípulos: “Vosotros haréis las obras que Yo hago y aún mayores”. De hecho, en los Hechos de los Apóstoles bastaba la sombra de Pedro para curar, mientras que Jesús lo hacía con la orla de su manto.

La sombra de Pedro también cayó sobre Cuatro Vientos. Su sucesor, un obispo profesor bávaro, no quiso dejar a sus ovejas solas en la tempestad. Y las ovejas se lo agradecimos, porque en él vimos una vez más al Buen Pastor que da la vida por sus ovejas y nunca nos abandona en las tempestades de nuestra vida. Por eso la adoración de la Eucaristía en la Custodia de Arfe fue el perfecto contrapunto: una vez más, la Palabra hecha Carne hizo acallar a los vientos.
“¿Qué tiene su Palabra, que hasta el viento y las aguas le obedecen?”.

El silencio se hizo sepulcral. Pero el sepulcro estaba ya vacío, porque el Señor está resucitado y la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Estaba allí, con nosotros, sosteniendo a su Vicario en la tierra y confortando a sus ovejas, las que nadie puede arrebatar de su Mano. La Vigilia terminó. Pero nada había salido como estaba previsto. “¡Es el Señor!”, dijo Juan a Pedro cuando la pesca milagrosa en el lago. “¡Es el Señor!”, decimos muchos ahora que la JMJ ha pasado.

Yo he estado ya en muchas: Santiago 89, Czestochowa 91, Loreto 95 –para los que no pudimos ir a Manila-, París 97, Tierra Santa en el 2000 –ya que no pude ir a Roma-, Toronto 2002, Sydney 2008 y ahora Madrid, la ciudad en que nací hace 53 años. Parece que mi sacerdocio haya sido presidido y jalonado por ellas, como hitos que le han dado consistencia a través de 26 años y diversos continentes. ¡Es el Señor! Él está resucitado y la muerte ha sido vencida. “En el mundo tendréis luchas, pero tened valor: ¡Yo he vencido al mundo!”
Un aeropuerto es un lugar desde donde se viaja a muchos sitios, allí donde el Viento del Espíritu te lleve. “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda la Creación “. A los Cuatro Vientos.

El logotipo de la Jornada era la corona de la Virgen de la Almudena. El día 15 había sido la fiesta de la Asunción. Y el 22, Santa María Reina. Ella, silenciosa y discreta como en Caná, nos dice también hoy: “Haced lo que Él os diga”.

Como los discípulos después de la Resurrección, ante la amenaza de los que querían callarles, también nosotros decimos que no podemos dejar de contar a todos “lo que hemos visto y oído”. Tenemos que pregonarlo A LOS CUATRO VIENTOS.

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